Fondo de armario
Falsa novela negra
Maj Sjöwall y Per Wahlöö critican Suecia, a los policías, a los periodistas, a los inmigrantes… Pero el crimen con el que se abre la novela pasa a un segundo plano
Raúl Gay 25/11/2015
Coche de la policía en el castillo de Västervik, Suecia.
PixabayEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Maj Sjöwall y Per Wahlöö
Prólogo de Jonathan Franzen
Traducción de Martín Lexell y Manuel Abella Martínez
RBA Libros, Serie Negra, 2009
288 páginas
Reconozco que no soy lector habitual de novela negra. Una vez leí Diez negritos, de Agatha Christie, y me dejó bastante frío. Nunca he leído a Dashiell Hammett ni a Raymond Chandler, ni a los más actuales Henning Mankell o Fred Vargas. Sí devoré los 3 tomos de Millenium, como todo hijo de vecino. Esta semana quería escribir sobre este género que tan poco frecuento y, a mi pesar, reseño aquí un libro que no me ha gustado.
Elegí El policía que ríe, de los considerados padres de la novela negra nórdica, Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Esta pareja escribió en los años 60 y 70 una decena de obras, hasta la muerte de Wahlöö. En sus historias quisieron retratar los defectos de la Suecia del Estado de Bienestar y ellos son los culpables de que ahora buena parte de la novela negra tenga un cierto trasfondo social. Lo cierto es que a mí no me convencen los medios que utilizan. Decía Billy Wilder que sus películas no tenían mensaje, cuando quería enviar uno, lo hacía mediante un telegrama. Aquí, parecido. A lo largo de 280 páginas, Sjöwall y Wahlöö critican Suecia, a los policías, a los periodistas, a los inmigrantes… Y, sin embargo, el crimen con el que se abre la novela pasa a un segundo plano.
Al inicio, estas críticas tienen su interés. Escriben con frialdad y distanciamiento, una técnica que puede lograr dos efectos: horrorizar al lector y hacerle reír. En ocasiones, logran ambos en un mismo párrafo. Así describen una manifestación contra Estados Unidos:
Una chica joven esgrimía una pancarta con la memorable consigna: ¡CUMPLE CON TU DEBER: FOLLAR Y PARIR MÁS POLICÍAS! Tres agentes de ochenta y cinco kilos de peso se abalanzaron sobre ella, rompieron en pedazos la pancarta y arrastraron a la chica a uno de los furgones, donde le retorcieron el brazo tras la espalda y le tocaron las tetas. Ese mismo día había cumplido trece años y aún no había mucho de donde agarrar.
En total fueron arrestadas unas cincuenta personas. Muchos sangraban. Entre los detenidos había algunos famosos, que previsiblemente escribirían sobre esto en los periódicos o se quejarían en radio y televisión. Al verlos, los subinspectores de guardia en las comisarías de los distritos eran presa de escalofríos, y se apresuraban a acompañarles hasta la puerta con sonrisas exculpatorias y comedidas reverencias.
Esa misma noche, alguien dispara con una ametralladora a 8 personas en un autobús. Entre las víctimas hay un policía y sus compañeros deberán averiguar lo sucedido. Por el camino, los autores no tendrán clemencia con ningún personaje: agentes, periodistas, camareros, familia… Todos son dibujados como vagos, borrachos, cínicos, estafadores o todo lo anterior. Presentan una Suecia aburrida, sucia, en la que las viudas engañan a inmigrantes con alquileres desorbitados, los empresarios prostituyen a mujeres que trabajan para ellos, la incultura campa a sus anchas y siempre hace mal tiempo. Si bien sirve para describir un lugar desagradable (aunque a los españoles de 1968 tal vez les hubiera parecido el paraíso), no es útil para que el lector empatice con algún personaje. Así describen las semanas anteriores a Navidad:
La orgía publicitaria había comenzado ya y la histeria consumista se extendía rauda e inexorable como la peste negra por las calles comerciales engalanadas. La epidemia resultaba irresistible y no había lugar alguno al que huir. Invadía casas y pisos, envenenando y sometiendo todo a su paso. [...] Los hospitales registraban un incremento espectacular de ataques al corazón, crisis nerviosas y úlceras de estómago.
En las comisarías de policía del centro de la ciudad se recibían continuas visitas anunciadoras de la gran fiesta familiar, en forma de papanoeles borrachos como cubas, desalojados de portales y urinarios públicos. En la plaza Maria, dos fatigados agentes del orden dejaron caer en la cuneta a un Papá Noel completamente borracho mientras intentaban meterlo en un taxi.
Uno de los problemas de la novela es que no hay un claro protagonista. Varios agentes llevan la investigación de forma paralela y esto no facilita seguir la trama. En un momento dado, aparece un viejo caso sin resolver: el asesinato de una chica de clase alta que deja a su marido para dedicarse a la prostitución porque es ninfómana. Será clave para la investigación.
Debo reconocer que El policía que ríe me ha aburrido. Puede ser que no tenga el paladar para este género, a todo hay que acostumbrarse y el gusto se educa. O puede ser que Sjöwall y Wahlöö estuvieran demasiado preocupados por criticar a su país y dejaran de lado la historia en sí. En una entrevista reciente en El Cultural, Sjöwall dice: “Nuestras novelas eran más políticas que policiales. Eso es lo que pensábamos nosotros. Nunca nos etiquetamos como escritores de novela policiaca y criminal”. Tal vez el error sea ése: enmascarar una crítica política bajo apariencia de novela, en lugar de escribir un ensayo.
Maj Sjöwall y Per Wahlöö
Prólogo de Jonathan Franzen
Autor >
Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí