Chano Domínguez, un pianista de jazz muy flamenco
Ayax Merino 16/12/2015
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Gadir, ciudad vetusta e ilustre donde las haya, antigua y con solera, vieja de milenios, posos de historia cubren las añejas calles de Cádiz. Hijo de Gadir, gaditano de pro, nacido en Cádiz allá por 1960, Chano Domínguez lleva paseándose por este mundo nuestro cincuenta y cinco años.
Nacido en Cádiz, ya está dicho todo ¿hace falta añadir más? Y con un padre amante del flamenco, a todas horas escuchando bulerías, soleás, alegrías y fandangos, Chano estaba irremisiblemente sacramentado con el sacramento del cante jondo, la música de su tierra insuflada en sus venas. Predestinado.
De niño andaba ya trasteando en una guitarra regalada por sus padres, intentando remedar lo que oía por aquí y por allí, por doquier, la música que en Cádiz inunda el aire y todo lo impregna. Cantiñas de Cádiz. Por la bahía. Los esteros y las salinas. De San Fernando a Cádiz voy caminando. Se enamoró del piano y abandonó la guitarra, arrumbada quizás en un rincón mientras su dueño lidiaba con las teclas en su afán por dominar el instrumento.
Sus primeras armas las blandió a eso de finales de los setenta en CAI, grupo de rock andaluz, rock con dejes flamencos, el flamenco, siempre el flamenco. Tras unos años, el grupo se disolvió y Chano continuó su andadura solo y sin ninguna compañía, a su aire. Buscando.
Un ingrediente faltaba en la pócima. Ingrediente imprescindible en la música de Chano: el jazz. Unas gotas de Miles Davis y John Coltrane, una pizquilla de Paco de Lucía, un puñadico de Tete Montoliu sazonado con algo de Camarón, se agita a conciencia y se sirve bien frío, adornada la copa con un par de hojitas de Pedro Iturralde y un ramito de Tomatito.
El jazz y el flamenco. El jazz flamenco o el flamenco jazz, tanto monta, monta tanto. Fusión, mezcla, unión, llámese como se quiera. Puede parecer extraño, pero lo cierto es que el flamenco y el jazz se llevan muy bien, se llevan de maravilla. El resultado es sorprendente. Y maravilloso.
Cuando el brebaje lo prepara un maestro consumado, claro. Como Chano. Pianista soberbio, de gran inventiva y sobrado de técnica. Tal vez haya yo perdido el juicio, es posible, pero a las veces me recuerda una miaja a Tete.
Chano, pianista de jazz bien enraizado en su solar natal. Largas y robustas raíces son las que lo sujetan con firmeza a su tierra, tierra generosa que lo alimenta día a día. Tierra cuyos sabores, olores, paisajes, gentes, presentes están en la música de Chano aderezándola.
Pero raíces que no le impiden el movimiento, curioso fenómeno. Pues Chano no para quieto ni un instante. Este hombre no descansa, siempre trabajando, al tajo un día y el siguiente. Y no deja de tocar. En todos los lados, en cualquier sitio. Giras, viajes, actuaciones. América, Europa, otra vez América, China. Y entre medias, Calle 54, de Trueba. Con Chucho Valdés, Paquito D´Rivera, Gato Barbieri, Michel Camino y tantos otros. Y conciertos con Wynton Marsalis, casi nada.
Y además sus discos. Espléndidos discos. Para empezar, claro, el primero, Chano, con su trío (Javier Colina al bajo y Guillermo Mcgill a la batería) y la colaboración de varios músicos más, Jorge Pardo por ejemplo. Y luego otro y otro y otro después. Imán, Hecho a mano, Con alma y yo qué sé cuántos más que he perdido la cuenta. Con su trío. Con Martirio uno maravilloso de coplas a ritmo de jazz. Con Carles Benavent. Con el Niño Josele. Con el Kejío. Chano ha tocado con un montón de músicos. Enumerarlos todos sería el cuento de nunca acabar. Pero de lo que no acabo nunca es de oírlos una y otra vez. Puro vicio el mío, lo reconozco.
Chano, quillo, a ver para cuándo el próximo disco. No te hagas de rogar, por favor, que estoy deseando escucharlo ya.
Gadir, ciudad vetusta e ilustre donde las haya, antigua y con solera, vieja de milenios, posos de historia cubren las añejas calles de Cádiz. Hijo de Gadir, gaditano de pro, nacido en Cádiz allá por 1960, Chano Domínguez lleva paseándose por este mundo nuestro cincuenta y cinco años.
Nacido en Cádiz, ya...
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Ayax Merino
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