García en el país favorito de la divina providencia
Capítulo X. ¿Y si Dios fuera uno de nosotros?
Guillem Martínez 12/08/2017
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RESUMEN DE LO PUBLICADO: Los García -padre, hijo y nieto- van a la playa. En el camino hablan de la trama que les envuelve, mientras atraviesan Barcelona, esa ciudad que ha sabido conjugar, sabiamente, el turismo con el Apocalipsis.
Llegamos a la arena. No se cabía. Pero nosotros nos pusimos los bañadores y, debajo de los sobacos, los bubos autoadhesivos. Los bubos autoadhesivos son un producto de primera necesidad en Barcelona. Los venden en los chinos, en packs de docena. Llegas a la playa, te los pones y, al ver ese síntoma inequívoco de la peste bubónica, los turistas se apartan, de manera que obtienes espacio para disponer la toalla o, incluso, una barbacoa, una rulotte, o un campo reglamentario de fútbol. Fue en esa isla de paz bubónica donde mi padre, mi hijo y yo, proseguimos con nuestra conversación sobre Dios. Que se la resumo.
Mi padre tenía cierta familiaridad con Dios. De hecho, lo conocía.
-Vive en el planeta Olimpo. Un planeta muy bonito. Pero, lo mejor, la paella.
Mi padre explicó que era un tipo muy suyo y que tenía forma de bebé.
-Lo que es una prueba de que os hizo a su imagen y semejanza.
Por lo demás, era todopoderoso y omnipresente. La exposición a su inteligencia, o al sonido de su nombre de pila, podría hacer estallar la Tierra, si se presentara aquí.
-Por eso, cabe suponer que, si se presenta por aquí abajo, lo haga bajo otro nombre, otro aspecto y otra inteligencia. Debe hacerlo, pues nadie puede reconocerlo. Si Dios se presentara en público, acabaría con el libre albedrío. Todo el mundo sabría que existe, por lo que no sería necesario creer en él.
-¿Y qué tipo de inteligencia gastaría?
-Ninguna, dijo Giovanni.
Giovanni citó a Borges y un cuento suyo en el que el Mesías no es Jesús, sino su opuesto, Judas.
-Es decir, en la Tierra tenía que ser lo más opuesto a sí mismo. Pero lo más opuesto a una inteligencia absoluta, me temo, no es Judas. Sería un tío gangoso con una boina y una tiza.
-¿Has leído a Borges, hijo? Mañana mismo te apunto a una peña azul-grana.
-Yo, por ejemplo, -continuó Giovanni-, no me imagino a Jesús como un humilde carpintero de Nazaret. Para no ser reconocido, tiene que ser algo mucho más humilde que la humildad humana. No sé. Tiene que ser el tonto del pueblo de Nazaret. Alguien que escribía con una tiza mensajes de tonto, incomprensibles, en las paredes del todo Nazaret. Papá...
Yo no me imagino a Jesús como un humilde carpintero de Nazaret. Para no ser reconocido, tiene que ser algo mucho más humilde que la humildad humana. No sé. Tiene que ser el tonto del pueblo de Nazaret
-Dime.
-El otro día, por cierto, vi un grafiti, escrito con tiza, que no entiendo. Ponía: "María, te voy a hacer un cunnilingus que te van a temblar las orejas". ¿Qué significa cunnilingus?
-Hijo mío, es latín. Coni significa conejo, y lingus, al ajillo. La frase sería, entonces, así: "Oh, María, cuando vuelvas de tu inacabable jornada laboral, te encontrarás en la mesa un conejo al ajillo hecho con mis manos, cielo".
-Pero no cuadra. Conejo, en latín, es cuniculus. O lepsus, acepción que engloba también a la liebre
-Siempre que no sea al ajillo. Prosigue, hijo.
-Prosigo. El tonto es una de las formas favoritas para representar a Dios en la literatura contemporánea. Dios se aparece a un personaje de Vian caracterizado como Dupont, el tonto de clase. Era tan tonto que tenía una peca en el carero y el tío le dibujaba alas y decía a quien quisiera escucharlo: "Mira, una mosca".
Para Tolstoi, por ejemplo, es un testimonio de libertad individual contra el Estado. Lo contrario que, yo que sé, para Serrano Suñer
-Oye, ¿has pensado a apuntar a Giovanni a clases de fútbol? Ponle Instagram en el móvil, al menos.
-...Por lo demás, Dios hace y dice poco o nada. En Bulgakov no hace nada. Lo hacen sus opuestos, los demonios. Él es la justicia poética, esa forma de justicia que se da aún menos que la justicia a secas. Es decir, no es nada. Quizás un mensaje en una botella que nadie encuentra. Sus mensajes, además, son opuestos. Para Tolstoi, por ejemplo, es un testimonio de libertad individual contra el Estado. Lo contrario que, yo que sé, para Serrano Suñer. Como dice el abuelito es, por tanto, una construcción humana. No dice nada, o dice lo que queremos oír. Depende lo que seamos, nos pedirá que socialicemos la banca, que le demos a lo catalanes con una caña rota, o que le peguemos a los españoles un gec d'hòsties. Nos da siempre la razón, vamos. Dios es, vamos, como el amor o la independencia. Un sistema de creencias muy amplio. Para algunos el amor es la forma de pagar un piso o poder ir de vacaciones, mientras que para otros es un melodrama mejicano, o un momento de epifanía. De la indepe, ni te hablo. Para algunos es la oportunidad de proclamar el socialismo, mientras que para otros es la posibilidad de un pelotazo, o de poder ir tirando unos años más sin que te pillen. Dios, el amor o el Procés es lo que Laclau llama un significante vacío, que se puede llenar con lo que uno quiera.
Mi padre y yo nos mirábamos perplejos.
-Hijo mío, mira a Neymar. No sabe hacer la "o" con un canuto y la pasta que le ha levantado al Barça, dije yo.
-¿E-e-e-eso es todo?, dijo mi padre.
-No. Un último apunte, creo. Dios sólo tiene una naturaleza que no debería poder esconder.
-¿Cuál?
-La gracia.
-¿Explica chistes?
-No. Tiene armonía. Gracia. Una especie de charme, de saber estar. Los dioses griegos la tenían. Incluso beodos. No podían evitarlo. En el Evangelio Apócrifo de María se diferencia así a la niña María de las otras por su gracia. Cuando llega al Templo de Salomón, se sienta en uno de los escalones del altar y sus pies quedan colgando. El narrador describe eso como gracia. Y yo creo que, en efecto, queda mono.
En ese momento, cuando estaba pensando que debía de dar un sablazo a alguien para comprar una tele y ver junto a mi hijo, cada día, Joyas sobre Ruedas, me llamó la atención lo que vi a las espaldas de Giovanni.
Se trataba del Señor Chang, que no me venía. Avanzaba seguro y con decisión hacia la mar salada. Llevaba atada una piedra al cuello.
-¿Ese de allí no es el Señor Chang?, dijo mi padre.
-Sí. Y está un tanto desesperado. Mañana mismo hablo con él sin falta. Lo tengo muy abandonado.
-Bah. Tranquilo. Se ha metido en el mar en una zona donde la capa continental se adentra kilómetros. Puede ir y volver de Estambul con esa piedra al cuello.
Nos fuimos a bañar entre las olas. Estuvimos jugando con ellas durante horas. Luego, cuando nos estábamos vistiendo y extrayendo nuestros bubos vimos, en efecto, al Señor Chang, con su piedra al cuello, volviendo del mar y, posiblemente, de Estambul.
El camino de vuelta a casa fue más estresante. Las calles estaban aún más repletas de turistas. Una guía les habían explicado que los barceloneses, que viven de aire, salen al atardecer hasta el amanecer siguiente, en lo que es su tiempo de ingesta de MDMA.
Cuando llegamos a la altura de Colón, punto en el que los turistas se tiraban de cabeza, y donde la marea humana chocaba contra esa otra marea humana que es la cola de acceso al aeropuerto, nos paralizamos, sin poder dar un paso adelante o atrás, momento en el que recapitulé todo lo que habíamos dicho hoy.
Una guía les habían explicado que los barceloneses, que viven de aire, salen al atardecer hasta el amanecer siguiente, en lo que es su tiempo de ingesta de MDMA
-A ver. Si Dios está en la Tierra, es alguien humilde, un tanto tonto, que dice chorradas y, más a menudo, lo que queremos escuchar. Además, según como lo mires, tiene gracia.
-En efecto, papá. ¿Se te ocurre alguien así?
Estuve pensando unos minutos. Finalmente, hablé:
-Sí. Yo.
Mi padre y mi hijo me estuvieron mirando incrédulos unos segundos. Cuando se disponían a decir algo -creo que era la palabra no y a la vez-, algo lo impidió a su vez. Fue un momento de tensión. Las olas humanas se desmadraron. Nosotros, anclados en un punto, empezamos a sentir la presión. Y el aplastamiento. Y el dolor. La masa turística empezó a gritar, al sentir lo mismo que nosotros. Y, de pronto, volvió a pasar algo sobrenatural.
Se hizo un silencio y el tiempo se paralizó. Dejamos de sentir presión. Sobre el silencio se empezó a escuchar una voz. De castrati. Que cantaban un Ave María con partitura del siglo XVIII. Pero los milagros no acababan aquí. El mar humano que impedía nuestro paso hacia las Ramblas se abrió, como en su día se abrió el Mar Rojo. Para nuestra sorpresa, teníamos acceso no sólo hasta las Ramblas, sino, a través de ellas, hasta la Plaza Catalunya. Empezamos a caminar, conscientes de la maravilla que vivíamos. Al pasar por Colón, sentada sobre uno de los leones, pude ver a Mòquina. No nos veía. Estaba leyendo algo en su movil. Sus pies quedaban colgaban en el vacío, y verla era ver una figura llena de gracia. También vi, alejado de Mòquina, a Esparragera. Tampoco nos veía. Era la persona que estaba cantando la pieza magistral que estábamos oyendo. Cantaba con un casete, en el que sonaba el acompañamiento de cuerda. Frente a él un plato, en el que había 20 euros. Unos minutos más adelante, entre el mar humano que se había abierto momentáneamente para nosotros vi a Pepé, beodo, dándole a un tintorro en tetrabic. Tampoco nos vió. Es más, creo que no hubiera visto a tres en un burro.
En Catalunya se cerró el pasillo que se nos había abierto. El cauce de turistas recuperó su espacio vació en las Ramblas. Y con ello, el Ave María de Esparraguera quedó ahogado entre los gritos de los turistas. Decidimos pillar un autobús. En el autobús sonaba el hilo musical y, más concrétamente, una canción cuyo estribillo decia: What if Gof was one of us? / Just a slob like one of us / Just a stranger on the bus / Triying to make his way home? Vamos: ¿Y si Dios fuera uno de nostros, sólo un pringui como uno de nosotros, un extraño en el autobús como uno de nosotros, intentando volver a casa?
[Continuará...]
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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