Cuatro conciertos de verano
Franco Battiato / Bryan Ferry / The Pretenders / Beth Hart
Alberto Manzano 13/09/2017
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FRANCO BATTIATO
Solo he estado en una lejana ocasión en el Festival Internacional de Benicasim (FIB) y, a menos que ocurra un milagro, no volveré a ir a un desierto de chanclas y sobacos peliagudos. Prefiero los fríos aires oscenses del Festival Pirineos Sur, o las trémulas sombras de hojas arboladas del Festival Jardines del Botánico en Madrid -nada que ver con el Festival Jardines de Pedralbes en Barcelona, dedicado a la peripuesta burguesía de encumbradas estancias.
En el incomparable paraje del Festival Internacional de las Culturas, enclavado en el Valle de Tena, entre Lanuza y Sallent de Gállego, Franco Battiato no inauguró ningún pantano como solía hacer el dictador de mismo nombre de pila. Franco cantó en el escenario flotante dispuesto sobre el pantano de Lanuza, que desde hace veintiséis años se ha convertido en el epicentro de las músicas y las culturas del mundo.
El 15 de julio, Battiato, fiel siciliano con ‘centro de gravedad permanente’ y cinco décadas de alquimista destilación musical, ofreció un concierto de reformulación de algunos de sus temas más célebres, magistralmente acompañado por una sutil sección de cuerda melodramática (Novo Quarteto Italiano), piano y sintetizador. Sentado sobre una especie de diván alfombrado, Franco fue desgranando canciones: “L’ombra della luce” y “Povera patria” -ambas pertenecientes a su portentoso disco “Como un cammello in una grondaia” (1991), grabado con la Astarte Orchestra Of London a partir de composiciones de Beethoven, Brahms y Wagner: “¡Pobre patria! Aplastada por el abuso del poder / Gente infame que no sabe lo que es el pudor /…/ Quiero esperar un mundo más favorable / Que podamos contemplar el cielo y las flores / Mientras tanto, la primavera tarda en llegar” -. También “Fornicazione/No Time No Space”, “Il treni di Tozeur” y espléndidas versiones -en español- de “La stagione del amore” (“La estación de los amores”)-, y -en italiano- de “La chanson des vieux amants”, de Jacques Brel: “Yo conozco todos tus sortilegios / Tú conoces todos mis hechizos / Tú me has retenido de trampa en trampa / Yo te he perdido de vez en cuando / Claro que tuviste algunos amantes / Había que pasar el tiempo / Hay que darle alegría al cuerpo / Y al final, al final / Nos hizo falta bastante talento / Para ser viejos sin ser adultos /…/ Oh, amor mío, mi dulce, mi tierno, mi maravilloso amor / Del alba clara hasta el fin del día / Aún te quiero, lo sabes, te quiero”.
En Battiato, bardo minimalista y sabio diletante con gafotas de despistado -en 2014 grabó un disco en directo con Anthony and The Johnsons-, convergen elocuencia e intensidad, versatilidad y pasión, dotes que deleitaron a un público absorto en la ensoñación de la reflexión serena durante la interpretación del tema “Perspectiva Nivski”, aludiendo al bailarín ruso Nijinsky, que acabó sus días embutido en una camisa de fuerza: “Ah, Nijinsky, Nijinsky / No fue bueno amarse tanto / Nijinsky, Nijinsky / Atado a tu propio abrazo”, y al compositor Igor Stravinsky: “Estudiábamos encerrados en un cuarto / Con débil luz de velas y candiles de petróleo / Y cuando se trataba de hablar / Siempre esperábamos con placer el momento / Y mi maestro me enseñó / Lo difícil que es descubrir el alba dentro de las sombras”.
Elaborando clasicismo experimental, electrónica avanzada y pop, Battiato se mueve entre los estrictos márgenes de la belleza y la dignidad, que es el único pasaporte para la mente y el corazón, y su poder de embrujo místico convirtió el concierto en un ‘acto sacramental’ de comunión entre cantante y público, pero se desmelenó hieráticamente, ya en pie, con la juvenil y bailonga “Vogio vederti danzare” y la eterna “Cuccurruccuccu paloma”, para despedirse feliz: “I love you, specially tonight”.
BRYAN FERRY
En las cálidas Noches del Botánico madrileño, Bryan Ferry -el cantante más elegante del mundo después del viaje astral de Leonard Cohen- sedujo con el vibrante movimiento de su pierna izquierda bajo oscilante cadera. Como principal responsable de la obra de los esenciales Roxy Music en los años 70 -una vez que Brian Eno fue invitado a abandonar la banda-, Bryan huyó hacia sí mismo desde que los Roxy dejaron de ser Music para convertirse en una banda en estado latente. Entonces Ferry tuvo que reinventar una melancolía abstracta para volver a mirarse al espejo. Paco Peiro -magnífico periodista arrinconado por su exquisito talento literario- nos habló del lujo aséptico, la mueca de dolor y del placer hastiado de Bryan, de su imagen facial rasgada, distorsionada, en la que se descubre una pequeña mancha carmesí, una minúscula gota de sangre que fue caliente, y que ahora está helada y se seca a la altura del pómulo:
Aquí sentado en este café vacío
Pensando en ti
Recuerdo todos aquellos momentos
perdidos en el encanto
Que no volverán jamás
Aunque el mundo sea mi ostra
Solo es una concha llena de recuerdos
Y aquí junto al Sena
Notre-Dame proyecta una larga y solitaria sombra
Solo queda tristeza, sin futuro
No hay presente para nosotros
Nada que podamos compartir
Salvo el pasado
Estas ciudades pueden cambiar
Pero mi obsesión permanece
A través de aguas sedosas
Mi góndola se desliza y el puente suspira
Recuerdo todos aquellos momentos
perdidos en el encanto
Que no volverán jamás
No nos queda más tiempo
Nada que podamos compartir
Salvo el pasado
He aquí un instante que retendré
Aquellas grandes maravillas para eterno recuerdo
Ahora solo son pesares más hondos cada día
Lo que queda, en verdad, no es nada
Os participamos pérdidas irreparables
(“Song To Europe”, 1973)
A partir de ese momento, la historia quiso que Ferry fuera el primer rocker en internarse por el surco de los standars para desplegar al verdadero crooner que llevaba dentro, como una muñeca hinchable. Descubrió al productor Patrick Leonard cuando éste empezaba a trabajar con Madonna -el álbum Who’s That Girl, de la ‘virgen’ casada con Sean Penn, y Bête Noire, de Bryan, datan de 1987. Patrick sería después un productor solícito: Pink Floyd, Elton John, Rod Stewart, Marianne Faithfull, Leonard Cohen-. Pero Ferry nunca dejó de ser un esteta poético de la melancolía imperecedera, casanova-canalla-dandy-glamuroso que se declaraba esclavo del amor, más que esto, el amor es una droga y en cada hogar ideal hay una angustia, una orilla azotada por el viento.
En un cuadrilátero de luces sinuosas, durante una plácida hora y media sedosamente roquera, Bryan ‘ennui’ triunfó elegantemente como púgil con puño en alto, acompañado por una musculosa banda de nueve músicos (extraordinarios violín y saxo femeninos), capitaneada por el fiel Chris Spedding a la guitarra. Con todo, se valió de cinco versiones para alcanzar el cénit nocturno: “Like A Hurricane”, de Neil Young, “Jealous Guy”, de John Lennon, “What Goes On”, de The Velvet Underground, “A Simple Twist Of Fate”, de Bob Dylan y “Let’s Stick Together”, composición del cantante-guitarrista-pianista de rhythm & blues Wilbert Harrison -también versionada por Dylan en su álbum Down In The Groove-, ambas interpretadas con armónica por el propio Ferry. Solo faltó el “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” del bardo de Minnesota -sin duda, la mejor versión que se haya realizado nunca de este tema de chuzos- para culminar una noche de terciopelo delicadamente caliente.
THE PRETENDERS
La otrora banda de rock británica The Pretenders, liderada por la norteamericana Chrissie Hynde (Akron, Ohio, 1951), actuó en el marco de la tercera edición del “Universal Music Festival” el 24 de julio en el Teatro Real de Madrid.
Chrissie Hynde presentó cuatro canciones de su nuevo álbum, “Alone” (2016), acompañada por una joven formación norteamericana de tuétano roquero -con la excepción del baterista original de Pretenders, Martin Chambers-, alternando sus más universales éxitos: “Don’t Get Me Wrong”, “Precious”, “The Wait”, “Kid”, “Back On The Chain Gang”, “Stop Your Sobbin” - escrita por Ray Davies, líder de los míticos Kinks y compañero sentimental de Chrissie en los 80’s- y “Brass In Pocket”: “ Voy a usar mis brazos / Voy a usar mis piernas / Voy a usar mi estilo / Voy a usar mi paso lateral / Voy a usar mis dedos / Voy a usar mi imaginación // Porque quiero que veas / Que aquí no hay nadie / Nadie como yo / Soy especial, muy especial / Y has de prestarme atención / ¡Préstame atención!”.
Incontestablemente, Chrissie era especial en 1980, la personalidad femenina que el rock estaba esperando desde que Janis Joplin subiera al ‘tren fantasma’, y representaba -junto a Patti Smith- la definitiva toma de poder de la mujer en el rock. Entonces Chrissie osó declarar: “No me fío del gusto popular. Yo odiaba mi “Brass In Pocket”, y me asqueó que fuera éxito”.
Con todo, la afición de Chrissie por el boxeo y el ejercicio de los pasos de baile que esta disciplina conlleva, ha hecho que la acrofóbica chica mejore su ‘paso lateral’, sus piernas arqueadas y sus rodillas en varo -como evidenció el sex appeal de sus desplazamientos, exprimiendo el cuerpo de modo tan flexible como insinuante (la viva imagen femenina de Keith Richards), y su vibrante energía física dice mucho a favor de la dieta vegetariana que ha seguido durante más de veinte años. Sin embargo, su talento para fabricar canciones entre el rock duro y el pop británico que caracterizaron su obra durante el esplendor de la new wave británica -codo a codo con The Police, Elvis Costello, Madness, Jam y Joe Jackson-, ha menguado ostensiblemente.
Pero Chrissie Hynde ya forma parte de la historia del rock, un género que implica inevitables excesos y comporta muertes por sobredosis de colegas (Pete Farndon, Jim Honeymam), célebres amores transitorios (Ray Davies, Jim Kerr -cantante de Simple Minds), alcoholismo (ella misma), deserciones (Mick Jones, que empezó a trabajar con Chrissie para, poco después, abandonarla e integrarse en The Clash) y frustraciones (dio fútiles y excelsas clases de guitarra a Johnny Rotten, de los Sex Pistols, durante la incendiaria explosión del punk en Londres: “Nos sentábamos en la hierba y tocábamos guitarras acústicas en Clapham Common,” confesaría John Lydon “Rotten” en sus memorias.
Chrissie Hynde había llegado a Londres en 1973. De la mano de Nick Kent trabajó como periodista en el “New Musical Express” -magazine que Nick dirigía-, conoció a Malcolm McLaren -mánager de los Sex Pistols- y fue empleada en la tienda de ropa de su novia, Vivienne Westwood, “Sex”, donde hacía pendientes con condones y tampones. Pero su estancia en el Reino Unido era ilegal y acabó pidiéndole a Johhny Rotten que se casara con ella para obtener la ‘tarjeta verde’. Rotten no lo vio claro y fue Sid Vicious quien aceptó el trato a cambio de dos libras. Cuando llegaron a la Oficina de Registro, estaba cerrada, y se olvidaron del asunto.
A finales de 1979 aparecía el primer disco de Pretenders, producido por Chris Thomas -Beatles, Queen, Pink Floyd, Elton John, Roxy Music, Lewis Furey, Pete Townshend, Pulp-, cuyo “Brass In Pocket” sería el único número uno de la banda en las listas británicas. Denotaba grandes influencias de la música negra norteamericana -soul-, donde Chrissie había encontrado la fiebre ardiente, también la pulsación fuerte del rock de Detroit -los Stooges de Iggy Pop- y, sobre todo, destacaba una voz extraordinaria, sensual, dentada, cruda y emocional, que le otorgaba un extraño equilibrio entre desafiante y vulnerable: “Chrissie Hynde tiene ese raro talento que aparece una vez en la vida en una luna azul”, escribiría Nick Kent a propósito de su protegida. Dos nuevos discos, “Pretenders II” (1981) y “Learning To Crawl” (1984), insinuaron sin embargo la encrucijada en que se hallaba la banda y, en los años 90, Chrissie acabó tirando la toalla para dedicarse a informar al mundo sobre los problemas que teníamos con el medio ambiente -se integró en el grupo “Ark”-, se convirtió en miembro activo de la organización “People For The Ethical Treatment Of Animals”, y se hizo vegetariana: “Soy una masa de contradicciones, la vegana a la que le gusta que le salpiquen de sangre en el ring.”
Con sus largas piernas enfundadas en cuero negro, Chrissie reapareció para volver a hacer sus travesuras de chica mala concienciada: “Me gusta la religión y si a vosotros no os gusta ¡que os jodan!”, espetó. Su voz intacta. Su espíritu indómito entre el enloquecido rock y el sollozo baladista. Arrebatador encanto mordaz. Carbón extraído del fuego con guante.
BETH HART
Beth Hart (Los Angeles, CA, 1972) culminó el cartel del festival “Las Noches del Botánico” madrileño el 27 de julio con una actuación arrolladora y versátil. Es lo malo de ser demasiado buena: dominas demasiados géneros (blues, soul, jazz, rock) y el concierto se dispersa entre calmas aguas de melódico piano y furiosas cascadas eléctricas, placidez y desgarro.
Pero, desde que Beth iniciara su carrera discográfica en 1999, ha demostrado su amor incondicional a las versiones de blues. Lo ha hecho magistralmente con Billie Holiday, Etta James, Tina Turner, Aretha Franklin, Melody Gardot, pero también Led Zeppelin, Al Kooper, Buddy Miles, Ray Charles, Bobby Bland y Tom Waits, lo cual redunda la evidencia de que el blues es el plato fuerte de su repertorio. Y así lo demostró en su soberbio ejercicio lírico, donde afloraron dos temas de su admirada “Lady Day” -“Them There Eyes” y “Don’t Explain”-, con un look propio de la ‘Reina de la Canción’. Pero Beth se columpia entre un estilo y otro. Un tema rugiente como “Baby Shot Me Down”, inspirado en el maltrato que su madre sufrió a manos de su padre, rememora el rock-blues descarnado de Janis Joplin, y sigue evocando a la ‘Dama Blanca del Blues’ cuando se sienta al piano y canta “Good Day To Cry”, o al borde del escenario, tan cerca de las aullantes huestes cuyo fuego azuza con su incendiara seducción.
En su temprana devoción al blues, Beth demostró su amor a Janis versionando “Piece Of My Heart” y “Me And Bobby McGhee” durante un concurso televisivo en 1993, reincidiendo en 2001 con la interpretación del papel principal del musical off-Broadway “Love, Janis”, basado en la correspondencia que la heroína blusera mantuvo con su hermana Laura (papel representado por Laura Branigan, cuya portentosa voz con un registro de cuatro octavas la convirtió en corista de Leonard Cohen en los años 70 y fue fichada por el gran Ahmet Ertegun de Atlantic Records).
Pero Beth ya había caído en picado en las drogas y se le diagnosticó trastorno bipolar: “Me convertí en una consumidora diaria de drogas y alcohol hasta el punto de no ser más que piel y huesos. Había perdido el control de todo lo que debía controlar. Mi pelo empezó a caerse y estallé”. Pudo haber engrosado las filas de los hermosos cadáveres de 27 años -Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jimi Hendrix y, en 2011, Amy Winehouse, que se adelantó dos meses a la fecha-, pero fue salvada por su road manager, Scott Guetzkow, con quien contrajo matrimonio. Entonces Beth se entregó a la religión y la meditación trascendental: “Estoy tan conectada contigo como tú conmigo. Somos parte de lo mismo.”
Tras una colaboración con Slash, en 2011 la carrera de Beth Hart surgió de las sombras a partir de su asociación con el guitarrista de blues Joe Bonamassa, grabando el exquisito álbum de versiones “Don’t Explain”, que alcanzó el puesto número 3 en la lista de blues. Un año después, sería clave para la angelina su encuentro con el excelso guitarrista británico Jeff Beck -The Yardbirds-. Giraron por los USA y actuaron en el Kennedy Center Honors, donde interpretaron el clásico killer-blues de Etta James “I’d Rather Go Blind”, inmortalizado en la versión eléctrica de Buddy Guy, a quien se le rendía homenaje en el curso de aquel evento, con presencia del presidente Obama y el guitarrista de Led Zeppelin, Jimmy Page. Beth repitió la fórmula magistral elaborada con Bonamassa en “Seesaw” (2013), álbum que fue nominado a los Grammy, a la vez que ella misma en la categoría de “Mejor Artista Femenina de Blues Contemporáneo”. En 2016, resurgió el tándem Beth-Beck para componer el single “Tell Her You Belong To Me”: “Hay un río en mi piel / Un dragón en la oscuridad / Nada me asusta más / Que el silencio de tu corazón // Si quieres amarme / Llévame a casa / He estado en los abismos / Del océano más profundo / Apenas sobreviviendo junto al lado oscuro.”
Sin duda la poderosa destreza vocal de Beth emerge de las profundidades vertiginosas de una vida embestida por la tragedia, un drama plagado de devastación que se manifestó pletóricamente en la ‘Noche Botánica’ con canciones como “Sainte Theresa” o “Better Than Home” -recordando la angustia y rabia de Nina Simone-. En el ecuador de la gala, Beth sorprendió con una canción dedicada al “gánster definitivo del amor”, Leonard Cohen: “Estoy buscando a un gánster del amor / Alguien que sea mi amo / Estoy buscando a un enterrador / Un asesino de mujeres, un agitador de almas // No es que quiera morir / Morir es una manera lenta de vivir / Solo quiero asfixiarme con su corbata // Podéis decir que es un criminal / Hermoso diablo / Pero yo oigo cómo el desastre nos llama / Caerá la inocencia / Las muñecas rotas de las madres / Oigo cómo el desastre nos llama / Oigo cómo mi amo me llama esta noche / El gánster del amor”.
Autor >
Alberto Manzano
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