RECAPITULANDO
Separación de poderes, si eso ya tal
En la partida había tres cosas en juego: la autonomía parlamentaria, la división de poderes y las tácticas de campaña electoral. Finalmente, se ha impuesto la tercera
Guillem Martínez 24/05/2019
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EL JUICIO. La semana hubiera sido muy aburrida si no hubiera sido por lo divertida que ha sido. Vamos, el juicioZzzzz ha iniciado su entrada en la cosa pericialZzzzzzz –en general, bien para las defensas, Marchena, fino, me dicen los que saben, y la Fiscalía en modo zasca; Vox ni está ni se le espera; lo más parecido a Vox en este juicio es un ninot indultat, otro ser expresivo pero sin mucho que aportar–. No obstante, lo sexy ha pasado en el contorno del juicio, que ha sido la monda, incluso con trazos épicos. Algo normal, por otra parte, en un juicio político, donde lo que pasa, no pasa en su centro.
LOS JUICIOS POLÍTICOS LOS CARGA EL DIABLO. Es, en efecto, un juicio político de aquí a Lima, pero me temo que en la dirección contraria a lo que opina el procesismo al respecto. Es la consecuencia de llevar por lo penal la política. Lo que no convierte una política dadá en justa, o interesante, sino que amplía el concepto dadá e injusto. Para el caso, se trata de una política cutre-salchichera, que por ahora no ha aportado ninguna renovación de derechos ni ningún mecanismo para realizarlos, porque ese no era su propósito. Y que es llevada a juicio por otra política cutre-salchichera, con un horizonte democrático similar, si bien más gore. Estamos aquí porque Leviatán, el único que tenemos, entendió que la solución a un problema político era sobreactuar la política sobreactuada del otro, y enjuiciarla no por lo que era –nada, desobediencia y cuatro cosillas no calculadas–, sino por rebelión modo invasión de Marte. No se puede hacer eso sin que se erosionen más cosas. Sin que se erosionen, por ejemplo, las instituciones que han participado en esta reducción de la democracia, hipérbole de lo penal e intento de canalizar un discurso propagandístico, antes que político, en un juicio. Esas instituciones a erosionar por su actitud para-democrática son –no se vayan, que la cosa tiene risa–, el Gobierno y su pack de Interior –que se comportó como si una mani, el 1-O, fuera la pérdida de Cuba–; el rey, que el 3-O emitió un discurso sumamente reaccionario e inquietante, en el que reducía la democracia y sus posibilidades de reforma –no hubo golpe de Estado en Cat; ni mucho menos; lo más cercano a él fue, no obstante, ese discurso–; y la cúpula judicial, que se reunió para canalizar esto en la estética de lo canalizado. Puede ser una estética cargada de futuro, pero está más cargada de pasado. Pasa por el pasado inmediato hasta la crisis propagandística del Estado del 15M, momento en el que finalizó la escasa separación de poderes. Esa escasa separación era latente desde el 78, cuando se empezó a apostar por crear la cohesión, antes que por la tensión natural en una democracia; por la unanimidad en torno a un proyecto y unas instituciones que bla bla bla. Pero se hizo inquietantemente efectiva con el Aznarato, cuando los tres poderes no sólo opinaban igual, sino que disponían de un entramado comunicativo que condenaba a la marginalidad cualquier otra opinión. Esta semana, de manera inopinada e inesperada, y sin más motor que este juicio absurdo, se ha producido algo único desde el 78. Separación de poderes, un enfrentamiento entre el Legislativo y Judicial. Sí, antes se habían producido fricciones en el Judicial –no sé, el enfrentamiento TC-TS duró años–, pero nunca entre poderes. Finalmente ha ganado la opción PP-C's-Vox-rey. Un golazo. Pero arriesgado. PP-C's-Vox-rey es mucha gente. Pero no toda. Incluso muy poca para sustentar una monarquía que el 3-O borboneó e hizo política.
¿QUÉ HA PASADO? Ha habido un auténtico enfrentamiento entre poderes. En Cat lo hubo, por lo mismo, entre el Parlament y Llarena. Pero salvando las distancias. Distancias: el Parlament es poca cosa, un organismo de “descentralización administrativa”, que se decía en la sentencia del TC por lo del Estatut. Esa poca cosa, por otra parte, perdió su prestigio en 2017 al emitir comportamientos próximos al pack Hungría-Polonia. Me temo que siguen sin saberlo, lo que aumenta ese desprestigio y la percepción del bajo nivel intelectual de su mayoría. Frente a él, el Congreso es, formalmente, un parlamento. A su vez, poca cosa. Desde el 45 –tras aquel pacto, decía Antoni Domènech, consistente en que unos no nos mataban, y nosotros no nacionalizábamos la banca ni asábamos sardinas en su salón–, los parlamentos son un algo próximo al Ejecutivo. Su gran qué es votar un Gobierno. Su segundo gran día, los Presupuestos. Lo que le confiere un estándar europeo. Pues bien, durante unas horas la Mesa de ese Parlamento ha defendido su autonomía frente al TS y la Fiscalía. Ha defendido que la supresión de un diputado no puede ser automática, como reclamaba la Fiscalía. La Fiscalía ha estado, en todo momento, con el pack PP-C's-Vox, king 3-O. Ha sido, finalmente, el bando ganador. Lo que implica que hay, independientemente del resultado de cada elección, un componente en el Estado de C's-PP-Vox-rey estable, que no se mueve. A su vez, ha habido un enfrentamiento TS-Congreso. TS mantenía un punto de vista cercano a Fiscalía. Pero, a su vez, alejado. Quería que el ejecutor de la suspensión fuera el Congreso. Es decir, no quería ser él quien se expusiera a un marrón. Lectura de urgencia al respecto: en el Judicial, Fiscalía come aparte. Entre los jueces –conservadores, por lo general–, existe, no obstante, una voluntad de superar etapas geológicas pasadas de no separación de poderes, como pueden ilustrar las sentencias Gürtel, o el encausamiento de un miembro del clan Familia Real, o un Govern valenciano. Tienen ganas, pero tal vez no mapas o tradición de superar el síndrome de Estocolmo que supuso ETA, periodo dilatado en el que el Ejecutivo protegía al Judicial. Y sí, esas ganas van por barrios y por días. Marchena, por ejemplo, ha respetado en cierta manera la autonomía del Parlamento, pero en su argumentario ha citado un artículo de cuando ETA. Algo, diría, deslegitimador. Legal, obviamente, pero propio de Ligas inferiores. Algo enrarecido y que enrarece.
EL FIN DE LA PARTIDA. En la partida estaban en juego tres cosas: la autonomía parlamentaria, la división de poderes y las tácticas de campaña electoral. Finalmente, se ha impuesto la tercera. Al parecer, por la información de que dispongo, el PSOE no ha optado por alargar la batalla –una batalla relajada, por otra parte; entre élites del Judicial y del Legislativo, que se conocen y comparten círculos–, supongo que por motivos electorales. Por lo que sea, rajarse beneficiará al PSOE electoralmente. Y a C's, PP y Vox. Y al procesismo, cuya única inteligencia es electoral. El sufrimiento generado por los dipus suprimidos puede tener, así, alguna repercusión en las elecciones municipales de BCN –si es verdad que la distancia entre Comuns y ERC era leve, ahora puede que no tanto–. Pocas en las europeas, donde parece que el procesismo se decantará por la lista de Puigde en gran medida. Si esto es así, la toma de decisiones del PSOE ha sido mediática. Ha pesado en ella la presión de C’s y PP –con argumentos escasamente democráticos; sin ninguna meditación sobre el ataque a la separación de poderes; no existen; en la defensa de Esp y la Consti, eso desaparece; nuestras derechas, en Esp y en Cat, no se enteran de nada, salvo de sí mismas; por eso ellas mismas son la única forma de democracia que conocen–. Si esto es así, en fin, el PSOE se ha hecho, en pleno inicio de legislatura, un Zapata –por cierto, no se pierdan el libro de Guillermo Zapata sobre cómo te lo comes cuando te hacen un Zapata; muy bueno–. Es decir, le han regalado el marco a la derecha. Un partido que el martes defendía en el Congreso la autonomía parlamentaria y en el Senado el federalismo, ha abandonado lo primero –y lo segundo: el federalismo no es más que la separación de poderes, su división, su intensificación– varias casillas antes de lo decoroso. El ganador es, lo dicho, el pack Fiscalía-C's-PP-Vox-rey. Es importante saber que no han ganado por KO. Les ha resultado fácil, pero han ganado por triquiñuelas. Han ganado, en cierta manera, por procesismo, esa triquiñuela+nacionalismo+no separación de poderes+fake-news+la voluntad de un pueblo/poble. Han ganado sin combate. Lo que es un mal inicio/indicio de legislatura. La derecha esp ha descubierto el chollo procesista. Ha tardado, pero ya están aquí.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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