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--¿Te has enterado de que Aute está en coma?
--Sí.
--¿A ti te gustaba mucho, no? Tenías cintas suyas en el coche pero a mamá no le gustaba”.
--Porque dice que era un cuentista.
--Pues los cuentistas y los torturados tienen mucho éxito con las mujeres. Yo, mismamente”.
Esta conversación a tres tuvo lugar el domingo durante la comida familiar de todos los domingos. Derivó en los temas clásicos, (maldito Florentino Pérez, cómo nos gusta Woody Allen y alguna que otra broma infantil llegada la hora del capuccino) pero hubo hueco para esa sociología que yo defino como barata pero que tiene también mucho de verdad.
Si Luis Eduardo Aute tuviera hoy unos 40 años yo estaría suspirando por sus huesos con la ayuda del Ventolín. Pero tiene sólo 11 años menos que mi padre y al único maduro al que he gritado en un concierto nació en Panamá el 3 de abril de 1956 y se llama Miguel Bosé. Sí, amigos, soy carne de baladista, pero no sigamos por ese camino.
A mí me gustan los cuentistas, los atormentados a los que no tengo intención de redimir pero sí de hacerles reír. Me gusta ese tipo de hombres porque creo que entre tanto nubarrón real o impostado siempre agradecen un tiempo para reír con ese tipo de mujeres a las que una vez Javier Marías definió como personas ligeras. Ligeras porque hacen que la vida pese menos. Y es uno de los mejores piropos que puede recibir quien nunca destacó por ser la guapa del grupo.
Pero me pregunto si Aute hoy tendría el exitazo que tuvo en su momento como modelo de seducción. Hace días vi un rato del programa de Bertín Osborne con Carlos Moyá y Carolina Cerezuela y el resumen perfecto lo hizo por mí una conocida en Twitter: “Carolina Cerezuela es España: tinte barato, casa cara”. Y menos libros que cabezas de Buda en los estantes, añado yo. Que mucho ‘Reading is sexy’, ‘Si no tiene libros, no te lo folles’ pero España hoy es culto al cuerpo y no al cerebro, España es casa, coche y plasma grande ande o no ande, España es Mujeres y Hombres y Viceversa. Es Bertín, es Los Morancos, es mofa y befa.
Y si tenemos a un tronista o futbolista (demasiadas veces se fusionan los conceptos) como modelo de éxito es porque nunca pensamos que nos gustarían señores más depilados y peinados que nosotras, tatuados con todo tipo de absurdas frases aspiracionales (Sky is the limit y dibujos tribales). Que ganarían más dinero que nosotros sin haberse pasado un lustro entre pasillos universitarios. Porque llegados David Beckham y la factoría Vasile se rompieron los cánones estéticos. Como los rompió Aute.
Con esa pinta de señor dejado con voz descansada. Que escribió esa belleza titulada Slowly. Cómo no. Que opinaba que afeitarse y peinarse estaban sobrevalorados y que el gimnasio era un sitio que no había que pisar nunca, quizá hasta con orden de alejamiento. Que bastaban la guitarra y la poesía para ligarse a las más fibrosas del barrio, hartas de traje y corbata y charlas sobre aburridas y grises oficinas en las que trabajar como contable. Que bastaba con ese aire de “hazme un hueco en tu cama, que ocupo poco” para calentarla cada noche. Tan lejos de los hitazos latinos de sobredosis de testosterona, machismo y reggeaton. Cantante, escritor y pintor con olor a nicotina. Tan nuevo entonces, tan poco saludable, tan bienvenido. Despierta pronto, Aute. Y cuéntame un cuento.
--¿Te has enterado de que Aute está en coma?
--Sí.
--¿A ti te gustaba mucho, no? Tenías cintas suyas en el coche pero a mamá no le gustaba”.
--Porque dice que...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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