García en el país favorito de la divina providencia
Capítulo XI. Urnas sí o sí
Guillem Martínez 13/08/2017
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RESUMEN DE LO PUBLICADO: García descubre que es muy posible que comparta piso con Dios. Dios puede ser, en fin, Esparraguera o Pepé. Pero también pude ser Mòquina, asidua visitante de Ca la Núria.
Como que mi padre tenía el OVNI changado, le acompañamos hasta la Star-Gate que le conduciría hasta su planeta. Está sita, por cierto, encima de la Fundació Tàpies. Luego, con los 20 euros que le había levantado a mi padre fuimos al Mercadona. Nuestro poder adquisitivo de hoy, bajo mínimos, nos vetó la entrada a todas las secciones, salvo la de Vegetales y Musgo, y la de Animales Procedentes de la Investigación Cosmética. Pillamos, finalmente, beagle y mono, con la piel, todo se ha de decir, suave y tersa, sin arrugas. Cuando llegué a casa ya habían llegado todos menos Núria. Esparraguera estaba en la cocina, con un amigote. Y Pepé, por las arcadas que escuchaba, cambiando la peseta, en el lavabo. Giovanni fue directo a la ducha del lavabo B. Y, yo, directo a Esparraguera. Ese tipo me escamaba. En mi quiniela lo tenía todo para ser Dios. Incluso un amigacho tan raro como el que me ahora me presentaba. Era mejicano, tenía el perfil de una estatua maya y se llamaba Pancontlomatle Montiel.
-Pancontlomatle, fíjate qué curiosidad -dijo Esparraguera, ese genio- es el nombre de un dios azteca. Va, explícaselo.
-Nada -dijo Pancontlomatle- una ocurrencia de mis padres que arruinó mi infancia. Se trata del dios maya sediento de zumo de tomate, en cuyo honor los sacerdotes hacían sangrientos sacrificios de tomates.
Pancontlomatle, llegado a ese punto, se levantó y me ofreció su mano, cordial y amable.
-¿Y usted se llama...?
-García. Encantado.
En el momento en el que nuestras manos se estrecharon, volví a sentir una sacudida eléctrica. Y mi mente se abrió a una nueva realidad. Vamos, que volvía a estar colocado.
-Em cago en lo Crist de Balaguer, Pancontlomatle -llegué a decir, a duras penas, antes de que se me fuera la bola.
Les explico mi ida de bola. La cocina desapareció y quedé a solas con mi mismidad. Había mutado. Era un tomate tembloroso en un altar, segundos antes de que un sacerdote azteca, tolteca o mexica, me clavara, solemnemente y con furia, un cuchillo de oxidiana. Al hacerlo, mi jugo salpicó las paredes. Y cobró vida. Pude ver como las gotas de zumo dibujaban un jaguar. Y pude ver como las manchas de la piel del jaguar eran una escritura milenaria que, no obstante, podía leer con claridad prístina. Las leí: "Estimado García, no es la primera vez, como ya sabrá, que Dios baja a la Tierra, pero jamás lo había hecho tan perdido y precario. Haga algo, o el mundo implosionará. Yo que usted pasaría de las urnas, si bien ya intuyo que usted hará lo que le salga de la punta del nabo. No puedo hacer nada al respecto. Además de ser un dios menor, no puedo, en fin, interponerme en su libre albedrío. Deseándole, sin más, que por la presente se encuentre bien, se despide atentamente: Pancontlomatle".
Cuando recuperé el dominio de mi mente, estaba frente a los fogones de la cocina. Por lo visto, había hecho la cena -caldereta de beagle y mono à la mode de François Vatel- en pleno trance. Esparraguera seguía en la cocina.
-¿Pancontlomatle...?, dije.
-Se fue hace hora y media.
Cenamos, que Núria ya había venido. La conversación fue amena, si bien noté que Esparraguera siempre me daba la razón. Como a Tolstoi o a Serrano Suñer. Nos fuimos a dormir. Mientras Giovanni leía un tocho, yo saqué un boli y un papel y empecé a planificar, literalmente, el día de mañana. Creé una suerte de plan y, para empezar a hacerlo realidad, quedé, vía wasap, con Manzaneque, un amigo de la uni, mañana a primera hora y -no me gustaba la idea, pero no había otra-, en mi despacho.
A la mañana siguiente me levanté, otra vez, el primero. Di los buenos días a Pepé -se había pasado la noche haciendo guardia ante los luceros de su copa de vino-, preparé el desayuno de Giovanni, y salí de casa echando leches.
Se trataba de hacer como todo el mundo y pasar de Dios y de los consejos de Pancontlomatle ocho pueblos, y centrarme en las urnas, encontrarlas y, en el caso, alto probable, de que no existieran, fabricarlas
Fui el primer asociado en llegar al Club de Cannabis Luxurious. A esas horas, por lo que vi, no había nadie. Las chicas Bond, incluso, estaban acometiendo aún lo que en la Francia del XVIII -nunca, snif, debimos de haber salido de allí-, se denominaba le petit lever, una dinámica previa, como su nombre indica, a le grand lever. Me pedí un cortadete y un vichí, y saqué uno de los calippos que siempre llevo en el bolsillo. Ingerí todo ello mientras fumaba Marlboros como si los regalaran. A la espera de Manzaneque, me volví a explicar a mi mismo mi plan. Sí, podía funcionar. Les hago una sinopsis. Se trataba de hacer como todo el mundo y pasar de Dios y de los consejos de Pancontlomatle ocho pueblos, y centrarme en las urnas, encontrarlas y, en el caso, alto probable, de que no existieran, fabricarlas. Y, con todo ello sacar pasta del CNI, de la BURRA -o como se llame esta mañana a primera hora-, de la Brigada Catalana y -si lo lograba, esto rozaría el virtuosismo- de la propia Generalitat, de manera que, con la suma de emolumentos, Giovanni pudiera ir al bar mitzvah de marras del primo Elvis, y yo pudiera dejar de preocuparme por mis suministros durante una o dos semanas. En eso, entró Manzaneque. Manzaneque, no se lo había dicho, era el Cap de Premsa de Presidència de la Generalitat. Durante un tiempo lo utilicé como una fuente certera, si bien hacía meses que no hablábamos. Concretamente, desde que, en cada una de nuestras conversaciones sobre la planificación del referéndum, le dio por empezar a llorar en los primeros cinco minutos.
-¿Cómo va el referéndum, Manzaneque?
Como respuesta, Manzaneque empezó a llorar.
-¿Tan mal?
Manzaneque arreció su llanto.
Como quién no quiere la cosa, saqué el tema de las urnas. Manzaneque, sobreponiéndose, me puso al día (todos los datos que siguen, hasta que García diga "cáspita" son, por cierto, reales, y han aparecido en medios Processistes, N del A).
-Unos dicen que ya están compradas. Otros que, tranquis, que se comprarán en su dia en Alibabá. Hay rumores de que ya están adquiridas, y guardadas en domicilios de voluntarios. Hay otros rumores que dicen que están escondidas en un consulado báltico, dónde no puede entrar la poli por la cosa de la extraterritorialidad y la inmunidad diplomática.
Unos dicen que ya están compradas. Otros que, tranquis, que se comprarán en su dia en Alibabá
-Pero, por el Congreso de Viena, los consulados carecen de extraterritorialidad y de inmunidad.
-Exacto.
-Cáspita, Manzaneque -dije, saboreando aún las letras de la alocución Congreso-de-Viena que acaba de pronunciar-, aún hay noches en las que sueño que tengo un examen de Derecho Internacional para el día siguiente. Resumiendo, que no hay urnas ni se las espera.
-Sí y no.
-Explícate.
-Por mediación de Puigdecabanes, un anónimo patriota residente en New York, hemos comprado las urnas en varias ocasiones y bajo partidas falsas. Hemos comprado tantas urnas que, de hecho, podríamos convocar elecciones en China. Pero siempre, y en cada caso, han sido interceptadas por las fuerzas de ocupación en el momento de su entrega. Esto no debería de decírtelo, pero ahí va. La última entrega fue hace días, en un submarino de Puigdecabanes. Eran urnas I+D, hechas en Corea del Norte por huérfanos de la Guerra de Corea, que trabajan muy bien, pues ya tienen una edad. La entrega iba a ser en la Platja del Canadell, en Calella. Pero en el último momento apareció la Guardia Civil. Empezamos a creer que tenemos un espía dentro. La situación es desesperada. Hemos gastado tanta pasta en urnas que no nos llegan que, por el mismo precio, el Servei Català de la Salut podría haber descubierto la vacuna del juanete.
Me hice una composición de lugar. Alguien, en lo alto, estaba accediendo a la segunda o tercera residencia comprando urnas que no existían y que, de hecho, no se llegaban a comprar. Lo de Puigdecabanes, por otra parte, era de traca. Había creado, en fin, un monstruo.
-Pero me imagino que Puigdecabanes intentará volver a hacer otra entrega. No sé, en un portaaviones.
-Eso es lo peor. La comunicación del President y del Vicepresident con Puigdecabanes era fluida e íntima. Puigdecabanes, además, era un buen cristiano, con lo que tenían tema de conversación cuando no hablaban de urnas. Pero, de pronto, se ha interrumpido. Empezamos a temernos lo peor. Que el CNI lo haya eliminado, o que esté en su poder, en una fría y húmeda mazmorra madrileña. Esto es un gran golpe para el Procés, pues el magnate y filántropo Puigecabanes era la persona que nos iba a facilitar no sólo las urnas, sino el censo, el programa informático de recuento, una ley infalible, creada en su laboratorio, para convocar el referéndum sin que nadie nos empure, y hasta nos iba a donar los bocatas de los interventores.
-Vamos, lo que viene siendo todo el pack de un referéndum.
-Sí, Manzaneque arreció su llanto.
Me incorporé. Di unas palmaditas en la espalda de Manzaneque, le expuse mi inquebrantable adhesión a su movimiento y me fui por piernas. No había, definitivamente, ni urnas ni ganas de tenerlas. Mi plan era viable, por lo que inicié su segunda fase, consistente en una visita a Ta Puta Mare Feliç, el resturant del señor Chang, ese empresario con tendencias suicidas, del que era coach.
[Continuará...]
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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