
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Tengo la certeza de que los Tres Picos no se podrán escalar jamás en una bicicleta. Blackburn Holden, de Barnoldswick, solamente pudo conseguirlo al tercer intento sobre su moto. El Ejército británico ha hecho ese recorrido que propone en jeeps y el Equipo de Rescate de Montaña de la RAF asentado en Topcliffe consiguió poner un Land Rover en la cima de Ingleborough. (…) Admito que el terreno es lo suficientemente seco como para rodar por él, pero sigo creyendo que lo que propone es casi sobrehumano.
Nunca le digas a un chaval de catorce años que lo que va a intentar es imposible. Porque a esa edad, en ese frágil y breve momento en que aún se sueña como un niño pero se empieza a mirar el mundo desde la altura de los adultos, todo lo que te propongas parece estar a tu alcance. Y si lo parece lo está. Y recuerda que donde uno sueña pueden soñar muchos, y lo irrealizable de uno es pronto el deseo de más. Y entonces tus palabras se quedan, como hadas avergonzadas al perder su glamour, en una esquinita más allá de la puertas de cuerno y de marfil. Y todos, todos, acaban por recordarlas.
La Carrera de los Tres Picos, que se celebra cada septiembre en los páramos de Yorkshire Dales, al norte de Inglaterra, puede presumir de ser la prueba de ciclocross más dura del mundo. Al menos la más diferente, la más anómala, aquella que presenta a los participantes obstáculos más fascinantes. Y eso por muchas razones.
La primera es estética, semántica. Porque los mitos tienen que tener nombre de mito, y para eso los topónimos de resonancias gaélicas son, sin duda, ideales. Y es que la Carrera de los Tres Picos se llama así porque los participantes tienen que hollar las tres cimas más altas de la zona, entre colinas calizas y muros de piedra, un paraje abrumador que parece pintado para que la niebla se empenache por sus vericuetos. Y allí, sobresaliendo altivos, ellos tres. Vean sus nombres y díganme si no merecen una carrera épica detrás. Los picos de Ingleborough, Whernside y Pen-y-ghent. Esas son las cumbres de esta peculiar competición, extremos de los Peninos perdidos en una mezcla de abandono y antigüedad que desdibuja con idéntico paisaje al de hace cientos de años. Y, de acuerdo, la altitud de las tres cumbres es más bien modesta (el Whernside es el más elevado con apenas 724 metros) pero el desnivel a salvar, la abrupta pendiente y, sobre todo, lo traicionero del terreno convierten la prueba en una ratonera llena de trampas para los participantes.
Porque la de los Tres Picos no es una carrera de ciclocross cualquiera. Solo hay que mirar los datos para darse cuenta de ello. Sobre una distancia total de 61 kilómetros (la longitud ha ido medrando poco a poco desde su creación) unos 28 transcurren por carreteras o caminos de asfalto. El resto, esos otros 33.000 metros, se llevan a cabo por sendas, veredas o, directamente, por mitad del campo en lugares que nadie en su sano juicio intentaría superar sobre su bicicleta. No es de extrañar que los propios organizadores adviertan de que entre seis y ocho de esos kilómetros (dependiendo de las cualidades técnicas del ciclista) son completamente imposibles de hacer sobre dos ruedas, incluyendo tramos que alcanzan pendientes de más del cuarenta por ciento. Es decir, que entre seis y ocho kilómetros se tienen que hacer corriendo, con la máquina sobre el hombro. Eso los buenos. El resto a reptar trabajosamente. Jadeantes.
El origen de la Carrera de los Tres Picos nos lleva hasta el año 1959. Kevin Watson, un chaval de Skipton, decide celebrar su catorce cumpleaños de la forma más original posible: intentando realizar la travesía de los Tres Picos, bien conocida por los senderistas locales, en bicicleta. Días antes él mismo ha hecho parte del recorrido caminando y tomando notas de dónde se podría pedalear y dónde no. Al final se lanza a una aventura de resultado incierto, y pasa las siguientes 6 horas y 45 minutos llevando su bicicleta al hombro (y montando sobre ella en algunos afortunados tramos) hasta terminar ese camino que todos decían imposible de hacer. Dediqué a descansar 1 hora y 17 minutos en total, porque me paraba en la cima de los picos para ver el paisaje. La semilla del reto estaba plantada y era cuestión de tiempo que de ahí surgiera una carrera.
Entonces como ahora el joven Kevin se tuvo que enfrentar a otra de las dificultades añadidas a este desafío: granjas y ganado. Buena parte del recorrido transcurre por fincas privadas, lo que hace imposible realizar un reconocimiento previo del mismo para saber qué nos espera. Al menos si aceptamos la Ley, porque no son pocas las denuncias que cada año se presentan en la comisaría de Helwith por culpa de participantes que osan pisotear la hierba fresca de la zona solo por afán de entrenamiento. También alguno que otro se las ha tenido que ver con terneros enfurecidos, algunos de esos robustos toros de las Highlands de pelo largo y cruz imponente (y cuernos, cuernos muy grandes) que no gustaban de la compañía multicolor de ciclistas irrespetuosos.
Una vez Kevin rompe el hielo, la primera edición de esta particular carrera no tarda en llegar, y tiene lugar el 1 de octubre de 1961. El vencedor es también su organizador, un inglés barbudo y con pintas de hippy llamado John Rawnsley. Su nombre es uno de los que inevitablemente se asocian a los Tres Picos. Una prueba británica, con un único vencedor foráneo en todo este tiempo, el suizo Arthur Manz, en el año 1981. El propio Rawnsley tiene una explicación para este desapego que tiene Three Peaks con los extranjeros: Ellos vienen con sus máquinas ultraligeras, con su ropa bien ajustada, con su preparación milimétrica. En el ascenso al primer pico las bicicletas están llenas de barro, sus poco pesadas cubiertas se muestran incapaces de hacer frente a las afiladas lascas del camino, y su entrenamiento se revela como radicalmente distinto a lo que aquí intentan llevar a cabo. Por eso los ingleses tenemos ventaja…
Antes de popularizarse por toda Europa el ciclocross de los Tres Picos tuvo que hacer frente a la oposición local, que criticaba lo que ellos consideraban como una invasión en el sacrosanto principio de propiedad privada (tan liberal ello, tan inglés, tan de capitalismo decimonónico) al atravesar campos que no eran comunales. En 1962 un tal W. H. Paul envía una carta al periódico Cycling en la que, bajo el rimbombante título “¿Ciclocross ilegal?”, expone su indiferencia ante los premios que pueda repartir la carrera, aduciendo que a él lo que le interesa es saber qué compensaciones económicas tendrán los granjeros por cuyas tierras pasa la ruta, y concluye diciendo que los amantes de los caminos rurales deberían limitarse a ellos, en lugar de invadir lugares por donde no pueden rodar…
No importaba, la maquinaría había echado a andar y ya nadie podía detenerla. Su mezcla de aventura, deporte y, por qué no decirlo, su cool estilo british (que ya existía cuando aún nadie llamaba cool a estas cosas a lo cool) lleva al Ciclocross de los Tres Picos hasta el éxito. Cada año programo mis vacaciones para poder acudir a esta carrera. Cada día del invierno salgo a entrenar justo al terminar el trabajo y llego a casa cuando ya está oscuro allí afuera. Llueve y hace frío. Es mejor no pensar en ello, porque entonces te darías cuenta de que no tiene sentido. Pero lo hago para volver aquí cada septiembre, dice Rob Jebb, nueve veces ganador en las montañas de Yorkshire.
Así que si usted gusta de las emociones fuertes, le encanta llenarse de barro, caminar sobre piedras afiladas que podrían cortar su carne, cargar con una bicicleta por pendientes más dignas de Messner que de Pantani y hacer todo eso dentro de un ambiente típicamente británico quizás pueda acudir a la Three Peaks Cyclo-Cross el próximo septiembre. Solo tiene que pagar las 53 libras de la inscripción (más una donación personal, aclaran desde la organización). Eso sí, no se olvide de entrenar, de entrenar mucho y prepararse para lo peor. Y recuerde, es mejor no pensar en ello. Sería inútil, no tiene sentido.
Tengo la certeza de que los Tres Picos no se podrán escalar jamás en una bicicleta. Blackburn Holden, de Barnoldswick, solamente pudo conseguirlo al tercer intento sobre su moto. El Ejército británico ha hecho ese recorrido que propone en jeeps y el Equipo de...
Autor >
Marcos Pereda
Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).
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