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Un millón doscientas mil personas visitaron este año la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que cerró el lunes después de 19 días de actividad y más de 1.500 actos, con México D.F. como ciudad invitada de honor. Esto es, para ponerlo en proporción, toda la población de Sevilla -703.021 almas, según el censo 2011- y medio millón más, teniendo como excusa alguna razón literaria para participar en el que para muchos es el mayor acontecimiento cultural de la Argentina.
Las estadísticas de la edición número 41º de ese encuentro casi ritual terminarán de afilarse estos días (la cantidad de asistentes es similar a la de 2014 y supera el millón desde hace varios años; muchos sellos editoriales confiesan que más que ventas, lo que se busca allí es un escaparate fenomenal para posicionar autores y colecciones). Mientras esos datos llegan y celebramos la transmisión streaming, vía Internet y en tiempo real de sus actividades (una novedad de este año), queda el eco de alguno de sus tesoros, rescatados en medio del ruido (la insonorización de las salas fue de-fi-cien-tí-si-ma).
"¿Qué es eso de escribir novelas en una lengua que nadie lee?", le preguntó alguna vez el dramaturgo inglés Tom Stoppard al escritor brasileño Silviano Santiago. La anécdota fue una de las que el autor de Stella Manhattan, ganador en 2013 del prestigioso premio Machado de Assis por el conjunto de su obra, recuperó en la inauguración del Diálogo de Escritores Latinoamericanos, uno de los ciclos de la Feria.
El tema de la mesa era ‘El cosmopolitismo, la creación del nuevo mundo’ y Santiago abrió el juego al rebobinar su respuesta: "Le contesté que yo tenía gran libertad. Seguramente Stoppard debe pensar en un espectador plural para sus piezas; nosotros no, nuestras obras son muy transgresoras. El cosmopolita pobre puede trabajar con su imaginación más que el cosmopolita rico, que usa el inglés como lengua; tiene la ventaja de poder trabajar con la imaginación sin freno, en el delirio".
Coordinados por el crítico y escritor Daniel Link, en el diálogo participaron también el argentino Edgardo Cozarinsky y la mexicana Margo Glantz. "Entre los tres, salvo el Nobel, han ganado todos los premios", bromeó Link, quien destacó la pertinencia de la reunión al definirlos como "autores que trabajan en un entre-lugar": Santiago entre la novela y la teoría; Cozarinsky, entre la novela y el cine, y Glantz, entre la novela, el testimonio y la crítica.
Cozarinsky le puso pimienta a la noche al calificar de "paternalista por no decir estúpida" la idea de Stoppard. "Seguramente él no sabe que en portugués se escribió la novela más importante del siglo XIX, Memorias póstumas de Blas de Cubas, de Machado de Assis, que sigue inspirándonos a quienes escribimos hoy", afirmó. "Somos cosmopolitas porque escribimos para todos y para nadie, escribimos para un lector que se nos parezca, sin pensar en las traducciones ni en qué va a entender ese lector. ¿Cuántas novelas al estilo del realismo mágico se han 'fabricado' para recibir las migajas de García Márquez? Están todas olvidadas", desafió el autor de El rufián moldavo, destacando más allá del marketing, la independencia creativa como combustible esencial de los escritores que perduran.
La conversación, de poco más de una hora, fue de una riqueza inusual y abordó entre otras nociones la de "descarrilamiento" asociada a aquello que lleva a la escritura a lugares inesperados. "Me interesa trabajar el cotidiano del intelectual, las cosas sencillas que tiene que administrar para que su vida tenga algún éxito. El modo en que Artaud sale de Francia por las drogas y vuelve a ellas en México, porque la gente no se interesa por lo que él piensa", ejemplificó Santiago. "La enfermedad", recuperó Cozarinsky, quien recordó la suma de males que en 1999 lo enfrentaron con la muerte. "Nací de nuevo", dijo. Darse cuenta de que había perdido mucho tiempo fue su descarrilamiento y desde entonces se dedicó a escribir: "A sacar los libros que tenía almacenados en mí".
Los viajes, la elección de ciertos temas, abordajes y personajes contribuyen a la originalidad de la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010. "Si lo que escribes es fragmentario, de algún modo estás descarrilando la escritura porque la estás fraccionando. Yo trabajo como un mosaico, pedacitos de piedra, pedacitos de texto que van pasando de uno a otro sin aparente ilación y sin embargo al leer el libro completo aparece su densidad, la relación entre un texto y otro, a pesar de muchos aparentes hiatos y momentos de vacío", sintetizó Glantz.
Nada como un ejemplo: "En mi libro Saña, escrito con fragmentos, se habla del cuerpo, de la moda, de la cosmética, de los cabellos, de los peinados, de cosas en apariencia banales, pero también de los campos de concentración, del erotismo de Bataille o de un autor como Walser que estuvo en un hospital para estar loco y no para escribir y que, sin embargo, guardaba lápices y gomas en su bolsa y por eso escribía siempre", contó la escritora de 85 años aquel día.
Tuitera inspirada, Glantz matizó su viaje a Buenos Aires con pintorescas observaciones de 140 caracteres que la pintan de cuerpo entero. Poco antes de despedirse de la ciudad tuiteó: "En la casa donde Borges vivió su infancia (según la plaquita conmemorativa), ahora hay una peluquería que se llama: Maldito Frizz..." .
Un millón doscientas mil personas visitaron este año la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que cerró el lunes después de 19 días de actividad y más de 1.500 actos, con México D.F. como ciudad invitada de honor. Esto es, para ponerlo en proporción, toda la población de Sevilla -703.021 almas,...
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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