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Emmanuel Macron, en Berlin durante su visita a la canciller alemana Angela Merkel a mediados de marzo.
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A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, el candidato Emmanuel Macron aparece como el gran favorito frente a la ultraderechista del Frente Nacional, Marine Le Pen. El exministro de Economía se presenta como un tipo particular de antisistema, “ni de derechas, ni de izquierdas”, pero basta un estudio de su programa y de sus apoyos para deducir que la ‘revolución desde arriba’ que este pretende poner En Marcha --el nombre de su apresurado movimiento político--, representa una trama perfecta al servicio de la oligarquía y de los grupos de mayor poder del Estado francés. No obstante, este caso cuenta con una particularidad: que todo puede ser siempre peor, ya que la crisis económica y la degeneración del sistema de partidos han debilitado seriamente el antiguo y en cierto modo idealista paradigma del frente republicano, según el cual Macron contaría con todas las posibilidades de vencer en las elecciones presidenciales, al forzar al voto antifascista a las diversas facciones de la izquierda.
Macron cuenta con el apoyo de Bernard Arnault (propietario de LVMH), Alexandre Bompard (FNAC-Darty, Canal Plus y Europe 1), Marc Simoncini (fundador de Meetic) y Vincent Bolloré (Vivendi)
En este sentido y pese a que casi todos los candidatos han pedido el voto para este representante de las élites francesas, la izquierda comandada por Jean-Luc Mélenchon ha dado, por el momento, plena libertad a sus militantes. Buena parte de esta podría abstenerse, argumentando que el neoliberalismo oficialista, origen de las mayores desigualdades económicas y sociales, terminará favoreciendo a medio plazo precisamente al Frente Nacional de Le Pen del que se pretende huir. Con la abstención y con el voto en blanco como comportamientos políticos probablemente protagonistas se presenta el siguiente dilema: ¿apoyar a Macron para fortalecer a Le Pen, o quedarse en casa con el riesgo de favorecer la definitiva caída en el fascismo del siglo XXI? Todo parece indicar un desenlace inquietante con un probable final nada positivo: la candidatura del líder del neoliberalismo francés representa una completísima trama, para mayor gloria del nuevo modo de explotación comunitario europeo. Un “crimen perfecto”, como afirmaría el intelectual francés postestructuralista Jean Baudrillard.
Finanzas, poder político y medios de comunicación
Banquero de Rothschild y ministro de Economía e Industria del Gobierno Hollande-Valls, Emmanuel Macron, diplomado en la exclusiva ENA (École Nationale d’Administration), goza del apoyo del triunvirato del poder en Francia: los medios de comunicación, el poder político y las finanzas. La trayectoria política y profesional del candidato ha dejado numerosos ejemplos de ello.
Pierre Gattaz, presidente de la patronal francesa MEDEF (Mouvement Des Entreprises de France) y de la entidad de electrónica Radiall, ha abandonado recientemente toda imparcialidad al afirmar en una entrevista tras la primera vuelta de las elecciones que “su candidatura trae mucha frescura”, y asegurando que los empresarios organizados están con él. Además, Macron cuenta con el apoyo de gran parte de la oligarquía del país, representada, entre otros, por Bernard Arnault (propietario de LVMH, corporación de artículos de lujo que lo ha convertido en el hombre más rico de Francia según la revista Forbes), por Alexandre Bompard (FNAC y ahora FNAC-Darty, además de Canal Plus y Europe 1), por Marc Simoncini (fundador de Meetic, entre otras empresas) y por Vincent Bolloré (Vivendi).
Entre sus valedores dentro del mundo empresarial no debe tampoco olvidarse la importancia de Henri de Castries, expresidente de la multinacional de seguros AXA y que ahora dirige el Institut Montaigne, think tank neoliberal que también mostró su apoyo al candidato de la derecha republicana François Fillon. El programa de esta institución constituye una versión extrema del de Macron: propone la privatización de la Seguridad Social y la eliminación de las cargas empresariales en el salario mínimo. No es una casualidad que la sede del partido líquido de Emmanuel Macron, En marche, fuera originariamente registrada como asociación en el domicilio privado de uno de los dirigentes de dicho instituto, el intelectual académico Laurent Bigorgne.
Los vínculos económicos que potencian y limitan al mismo tiempo a Macron determinan su discurso superficialmente antisistema
Los medios de comunicación, además de las grandes empresas y de este tipo de centros de pensamiento, representan otro de sus pilares hegemónicos. En este ámbito, Macron cuenta con el apoyo incondicional del multimillonario Patrick Drahi, presidente del todopoderoso holding de las telecomunicaciones e internet Altice, con sede en Luxemburgo. La relevancia de Drahi se incrementó notablemente después de que un decreto ministerial sometiera a la aprobación por parte del Ministerio de Economía de las operaciones de adquisición de empresas en el ámbito de las telecomunicaciones. Fue entonces cuando Patrick Drahi compitió con Bouygues Telecom para apoderarse del operador francés SFR, una disputa de la que este empresario salió vencedor en 2014 con la rúbrica final del entonces ministro. Esto convirtió al grupo Altice en el mayor accionista de SFR, propietario, además, de los influyentes diarios Libération y L’Express. Las connivencias no terminan aquí: en 2015, Patrick Drahi adquirió el grupo mediático France Next Radio con la ayuda de Bernard Mourad, exbanquero de inversión de Morgan Stanley y ahora consejero especial para la financiación de la campaña electoral de Macron.
Otra amistad excelente de Macron es Jacques Attali. En 2007, este economista cercano al PS, influyente asesor en el largo camino hacia el centro político de François Mitterrand, recibió el encargo del presidente Nicolás Sarkozy para liderar la denominada Comisión para la liberación del crecimiento francés (Comisión Attali). De dicho grupo de trabajo fue precisamente nombrado relator general un jovencísimo Emmanuel Macron. La comisión produjo como resultado programático una monografía de título enigmático, Una ambición para diez años. Las 314 medidas de políticas públicas propuestas al presidente conservador se usaron también como base de buena parte de la acción pública del quinquenio de Hollande, quien conoció a Macron a través de Attali. Como ejemplo, la Ley Macron de 2015, una reforma de las profesiones reglamentadas que liberalizó --y uberizó-- numerosos sectores económicos, legalizando el trabajo dominical, e impulsó la financiación privada de las universidades. Medidas que, no por casualidad, son parte nuclear del programa electoral del candidato liberal que parece listo para culminar la década de ambición precisamente en el 2017, justo diez años después de su formulación inicial.
Ideología pura, privatización y entierro del Partido Socialista
Los vínculos económicos que potencian y limitan al mismo tiempo a Macron determinan su discurso superficialmente antisistema. Un discurso que ha terminado por atraer tanto a los centristas como a diversos ecologistas proeuropeos. Y, por imperativo categórico, a muchos socialistas y comunistas. La ausencia de una alianza burocráticamente imposible entre el insumiso Mélenchon y el socialista de izquierdas Benoît Hamon, unida a la traición de los eternos renovadores capitaneados por el ex primer ministro Manuel Valls, han terminado por situar a Macron como la única candidatura demócrata posible. Esto supone una privatización de facto del Partido Socialista francés que, después de la nefasta gestión Hollande-Valls, ha sido externalizado en favor de un candidato empresarial que lleva más de una década influyendo sobre las decisiones más importantes del país.
El histórico PSF desaparecerá como fuerza relevante, virtualmente ‘asesinado’ por los compromisos de sus dirigentes con los poderes fácticos del país. Si los años de Mitterrand supusieron la aniquilación definitiva de su ideología socialdemócrata, el Valls bailado por Hollande y Macron durante los últimos cinco años representa un entierro nada prematuro de una fuerza política que explica parte de los avances sociales del ya casi olvidado siglo XX.
El PS ha sido externalizado en favor de un candidato empresarial que lleva más de una década influyendo sobre las decisiones más importantes del país
Pero la victoria de Macron, en caso de producirse, no queda exenta de dudas y amenazas. Incluso con su triunfo podría sobrevenir el desastre, si tenemos en cuenta las elecciones legislativas que tendrán lugar un mes después de las presidenciales. Macron debe presentar a 577 aspirantes a diputados. Para poder lograrlo, su candidatura tendrá que apoyarse en apoyos tan diversos que podrían dificultar la aplicación del proyecto del gobierno. ¿Se alinearán las élites parlamentarias para facilitar la puesta en marcha del programa insaciablemente reformista del candidato del CAC40 (el Ibex35 francés)?
Su programa económico y social respeta la austeridad y las reformas exigidas por la presidenta alemana, Angela Merkel, y sus aliados del norte. Entre sus propuestas destacan: un ahorro público de 60.000 millones de euros --Macron no cuenta que dicho ahorro, por lógica económica y contable, provocará un endeudamiento privado de la misma cuantía--; una nueva ‘flexibilización’ del mercado de trabajo, un abaratamiento del despido para fomentar la exportación más barata; la supresión de 120.000 puestos de funcionarios, a los que ha declarado la guerra; y la eliminación de la tasa de vivienda para las ciudades, con lo que haría desaparecer una fuente fundamental de financiación para el sector público.
Terror de fin de ciclo
Razones para el pesimismo: el sistema francés parece abocado a un fin de ciclo. Resignado a aceptar el dogma supranacional y neoliberal del euro, el sistema de partidos de la V República ha pasado del antagonismo izquierda-derecha a una radicalización, frente a la cual todavía resiste una opción oficialista que, en realidad, encubre una renovación de las élites para profundizar en el saqueo neoliberal del país. Los monstruos (como los discursos de la todavía candidata Marine Le Pen dejan entrever) aparecen en períodos como este, cuando la amenaza del caos social alienta a las masas a la desesperada búsqueda de salvadores, como afirmó el filósofo de la Escuela de Fráncfort Sigfried Kracauer en su estudio cinematográfico de la Alemania de los años 30. Entretanto, se inicia una cada vez más improbable reinvención de la izquierda y de la respuesta popular: solo un rearme parlamentario de los “insumisos” supondrá un mínimo contrapeso a la última nueva ofensiva neoliberal.
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Virginie Tisserant es politóloga e investigadora en la Universidad de Aix-Marseille Lab. CNRS Telemme.
Andrés Villena es economista, periodista y doctor en Sociología por la Universidad de Málaga. @villenaoliver
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