Novela por entregas
García contra la España zombi (XV)
En el que García vive el terror zombie
Guillem Martínez 17/08/2016
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Resumen de lo publicado: García ya sabe que Rajoy mordió a Homs. Posiblemente, también a Rivera. Es hora de volver a Madrid, a darle al Zombie Rajoy para el pelo. Pero volver, a cualquier parte, nunca es fácil.
A la mañana siguiente me despedí de mis amigos de juventud, Chapas y Pilila, con sendos y sonoros abrazos. Plas, plas, plas. A continuación, metí a los zombies Rivera, Puigdemont y Homs en un blablacar, cuyo chauffeur tenía síndrome de intestino irritable y, además, se llamaba Christian José. Tendría que parar en todas las áreas de servicio hasta Madrid, y eso me daría oportunidad de alimentar a los zombies con productos más variados que el chauffeur o yo. A nuestro paso por el área de Piedras Blancas, Zaragoza, intuí que ya éramos una leyenda. El dueño del bar cobraba cinco euros para que los niños vieran comer ternascos a los zombis. En Alfajarín, a su vez, se organizó una liguilla de cochinillos. Mis tres zombies accedieron a la final contest, contra una selección compuesta por, no te digo más, un navarro y un obispo y un camionero que era enlace sindical. De lo ingerido en aquella sala sólo puedo decir que jamás el cochinillo había experimentado tal subidón en el mercado de continuos de Alfajarín. Por lo demás, ganamos por goleada y asombro, y nos llevamos la porra que organicé. Unos 2.000 euros, dos marlboros y un spritz.
Llegando a Madrid, el chauffeur nos dejó delante de casa. Subí las escaleras, detrás de los zombies, con el corazón encogido, mentalizándome en la bronca que me iba a dar Quimetta. Abrí la puerta. No se cabía. Aquello parecía un guateque de zombies. Concretamente, una ochentena. Busqué a Quimetta por todas las habitaciones, cada vez con más inquietud. Algo me decía, en fin, que sólo hay algo más peligroso que un zombie. Ochenta zombies intelectuales. Finalmente la encontré en la cocina. Estaba viva. Y atareada. La contemplé de espaldas a mí. Llevaba el delantal que utilizaba cuando se ponía a hacer canelones. Y, esto era sorprendente, medía un palmo menos, había engordado 100 kilos y se había quedado calva. Suponía que a disgustos. En eso Quimetta se giró. Resultó que era el Capitán Estadella.
-- ¿Va a estar ahí toda la mañana mirándome el culo, o me ayuda a desprecintar estos 500 cochinillos congelados?
Me puse a la labor. Y Estadella me puso al día. Había localizado a los 80 intelectuales en el Pen Club. No notó que eran zombies hasta cuatro horas después, cuando en vez de ponderar, entre gruñidos, la nación española, se comieron a uno de sus nacionales. Estadella se fue pitando a Ferraz. Hizo acopio de los móviles de cargos municipales no renovados, depositados en el almacén, volvió y les insertó, a cada zombie, su móvil. Los fue trayendo a mi piso en grupos de a tres.
-- Para no levantar sospechas. Voy por la calle con 80 tíos con esa cara de lobotomizado que mete un zombi, y la gente creería que hay otro encuentro del Papa con la Juventud.
-- ¿Y Quimetta? ¿La vio? ¿Qué dijo?
-- ¿Se llama Quimetta? Una mujer con mucho carácter. Se peló a Muñoz Molina. En fin, aquí tiene una carta de su puño y letra. Me la dio antes de irse con dos niños a Sicilia, me dijo. Tenga.
Abrí la carta, ansioso. Leí la primera línea: "Caro imbecille". Empezamos bien. Leí, de corrido, los dos siguientes párrafos. Habían tacos sicilianos que hubieran impresionado a Lampedusa y a Sciascia. En mi barrio tienes ese dominio del taco y te dedican una calle. Omití doce párrafos más y fui directamente al turrón: "No aguanto más. Sí, soy consciente de que ahora me dirás que te quedan unos días de vida, y que estás salvando al mundo de un final seguro a consecuencia de la epidemia zombie. Pero, si te disculpo y me muestro comprensiva por ello, ¿qué será lo siguiente?". Ole tus huevos, pensé. Quimetta, a continuación, me informaba de que, en efecto, se iba unos días a Corleone, Sicilia, con sus padres, "lugar al que, si eres sabio, te cuidarías mucho de venir a venderme tus milongas". A su vuelta, esperaba ver el piso libre de zombies, categoría espiritual en la que me incluía. La carta proseguía: "Si haces un recuento, verás que faltan dos zombies. Uno es Muñoz Molina. Lo siento. Perdí los nervios. En mi defensa, puedo decir que es un pesado, y que hasta Gandhi hubiera hecho lo mismo. También falta su esposa. Te digan lo que te digan, no fui yo. Fue el resto de zombies, hartos de escuchar que los zombies de New York eran menos provincianos". Acababa su carta con un "cuídate de Sabina. Tiene mal café" y varias instrucciones para cuidar a los zombies. Recuerdo dos: "compra toallitas húmedas en lugar de papel higiénico, por la gloria de tu madre. Sé lo que digo", y "llévatelos cada día, en grupos de a tres, al bar de abajo. Les encanta la máquina de bailar y, luego, duermen de un tirón".
El Capitan Estadella me puso al dia, a su vez, de la intendencia:
-- La cosa sale por 3.000 euros al día en cochinillos.
-- Rayos, ¿de dónde los saca?
-- Los pone la Fundación March. Lo ven como una ayuda al bipartidismo.
Por lo demás, me dijo, no me tenía que preocupar mucho. Los zombies se pasaban el día escribiendo, y participando en tertulias, vía el teléfono móvil que tenían insertado en el cerebro. Además, como que sabían de todo, habían arreglado todos los enchufes y el calentador, que no funcionaba desde hacía dos inviernos.
-- ¿Tienen algún tipo de mal rollo?
-- Bueno, Sabina, con ese sombrero y esa voz, acojona.
-- Sí, me han puesto al corriente.
-- Y el otro día salieron y se comieron a un crítico entre todos.
-- ¿A quién?
-- Como que no dijeron su nombre en ningún caso, supongo que era Sánchez Cuenca. Por lo demás, lo dicho, no paran. Están fabricando una segunda edad de plata para España. Han substituido en sus artículos la alocución unidad-de-todos-los-demócratas por la-unidad-de-todos-loz-zombies, con lo que nos están colando artículos de hace 20 años. Son unos cracks. Ana Belén y Victor Manuel han reescrito Abre la Muralla, que ahora se titula Abre la cavidad craneal. Tiene su gracia. Serrat está haciendo canciones que vinculan al zombie de a pie español con los pueblos hermanos de sudamérica. Juaristi ha demostrado científicamente que el zombie vasco es inferior y vive en una mentira. Gracia está escribiendo un ensayo sobre el hecho contrastado de que Dionisio Ridruejo era zombie y demócrata, ya en la fundación de Falange en el Teatro de la Comedia. Cercas ha escrito una novela en la que un español de bien perdona la vida a un zombie al que iba a fusilar, y luego, todo mola mucho. Savater ha escrito una genialidad. Defiende que si llevamos 40 años con los mismos escritores, esa generación, una vez se ha hecho zombie, puede ser la generación definitiva. Por lo que es lícito comerse a los escritores jóvenes.
-- Estadella.
-- Mande.
-- Esto es una locura. Mañana tenemos que decapitar a Rajoy.
-- No me joda.
-- Le jodo.
Continuará...
Resumen de lo publicado: García ya sabe que Rajoy mordió a Homs. Posiblemente, también a Rivera. Es hora de volver a Madrid, a darle al Zombie Rajoy para el pelo. Pero volver, a cualquier parte, nunca es fácil.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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