García en el país favorito de la divina providencia
Capítulo XIX. Europa toma nota
Guillem Martínez 24/08/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
RESUMEN DE LO PUBLICADO: García prosigue con su plan para proveer de urnas a la Gene, a cambio de lo que no está escrito.
*****
Una vez cerrado el business, el agente Borinot me acompañó hasta el punto en el que me aguardaba Meritxell. Ese recorrido, sumamente pedregoso, lo realizó de rodillas, en un gesto que, según me explicó, no podría ser ignorado por Europa, de manera que Europa --esa burocracia a la que, por otra parte, no le impresionaría, ni siquiera, un millón de refugiados sirios vestidos de Meritxell-- tarde o temprano presionaría al Gobierno Central por un referéndum. Admiré la fe de Borinot. Y la puse a prueba. Le pedí 20 euros para un taxi, pero acabé levantándole 40. Hoy habría barra libre en el Mercadona. Yupi.
Cuando llegamos al punto de reunión con Meritxell, Borinot se despidió, y volvió a la War-Room haciendo el pino, supongo que en otro gesto que impresionaría tanto a Europa que, inmediatamente, tendría que ir a una farmacia a tomarse la tensión. Meritxell, por cierto, no estaba. La estuve buscando por los alrededores. La encontré detrás de un matojo y haciendo algo muy extraño. Estaba sentada en una roca, enseñando al mundo su liga y unas piernas, dos, que el mundo jamás comprenderá. Pero eso, que me hizo hacer chiribitas, no era lo más impactante. Acariciaba un ciervo que, dócil, se dejaba sobar. No les voy a engañar: lo primero que pensé fue en comprarme un disfraz de ciervo, pero ya. Incluso pensé improvisar, ahí mismo, una cornamenta con unas ramas, que empecé a cortar con la boca, de manera desesperada. Lo segundo que pensé, ya más sereno y con la boca llena de palitos, es que toda esa escena era muy rara pues, en primer lugar, los ciervos son de por sí desconfiados y huidizos, según asegura, cada tarde, el Discovery Chanel. En segundo lugar, y no menos extraño, en Collserola no hay ciervos desde el neolítico, momento en el que se aburrieron y se fueron. Meritxell, una chica dinámica y flemática, a la que nunca pillabas en un renuncio, se quedó, a su vez, sorprendida al percatarse de mi presencia. Dijo algo a la oreja del ciervo, y el ciervo, tras cuadrarse, se fue pitando. Por lo que sea, había visto una faceta de Meritxell que Meritxell hubiera deseado no enseñarme.
-- Que, ¿cuánta pasta les ha levantado?-- dijo, cambiando de tema, y como si no hubiera pasado nada.
--Finalmente, los 500.200 euros. Me los entregarán mañana, cuando vean la mercancía.
En el camino de descenso hasta el Uber, caí en otro detalle, del que no había sido consciente en el viaje de ida y que, ahora, volvía a repetirse. Si bien yo caminaba por la montaña como podía y, alternativamente, echando el bufo y el hígado por la boca, Meritxell caminaba por la montaña como Pedro por su casa y más fresca que una lechuga. Una lechuga sexy, quiero decir, tal vez una escarola, esa lechuga con enaguas. Y todo ello lo hacía a pesar de gastar unos tacones que la NASA hubiera calificado de imposibles en esta dimensión. Estaba claro que Meritxell podría ser, si se lo propusiera, la primera alpinista en subir al Everest sin bombona, con unos Manolo Blahnik, y con una cuadrilla de sherpas bizcos, que es como se me estaban poniendo a mí las cuencas de los ojos al ver avanzar, desde su lado posterior, a Meritxell. En mi ignorancia de la vida, no sabía que estaba presenciando indicios que serían determinantes en el final de esta historia. Toma spoiler.
En el Uber, y mientras íbamos, por gentileza de Meritxell, a mi despacho, ella volvió a interesarse por las evoluciones de mi plan.
-- Entonces, ¿ha colado?
-- Ha colado. Pero tengo un problema. Quieren ver a Puigdecabanes, y estrecharle la mano a ese patriota. Y la cita será mañana. Vamos, que como no espabile...
-- ¿Y qué problema hay? ¿No me dijo que usted conocía a Puigdecabanes?
Touché.
-- Es un simple problema de agenda-- improvisé-- Mañana Puigdecabanes tiene pilates.
En el Club de Cánnabis Luxurious, me encontré con Estadella que ya me estaba esperando.
-- ¿Novedades, Garcia?
-- Todas las del mundo.
-- Cante.
-- Canto. Mañana a las 21:30, se realizará la entrega de las urnas, en un punto que proximamente le indicaré. Usted llega, las retira, se pone la medalla y se pira. ¿Mola?
-- Mola. Pero no es suficiente. Queremos más. Entréguenos a Puigdecabanes.
Jodo. La cosa se complicaba.
-- Quería decir que usted retira las urnas, se pone la medalla, detiene a Puigdecabanes y se pira. ¿Mejor?
-- Mejor.
No me preocupaba entregar a Puigdecabanes. Estadella había firmado un acuerdo --recuerden, la hoja en blanco que, previamente, firmó el Señor Chang-- que exoneraba tanto a Mister Chang como a Puigdecabanes de cualquier delito, siempre y cuando entregaran las urnas. Lo que me preocupaba es que no disponía de ningún Puigdecabanes para dar el pego. Sí, había pensado en el cuñado del Señor Chang pero, según había podido apreciar esta mañana, el cuñado del Señor Chang no estaba para farolillos. Es más, si al mundo aún le quedaba algo de sentido y razón, debería estar en el hospital.
Intentando que Estadella no pillara mi estrés, cerré el trato, y recogí los 200.000 euros pactados. Era billetes de 500, como pedí, más que nada para saber si, en efecto, los billetes de 500 existían, o eran una leyenda urbana. Posteriormente a esas evoluciones por cierto, Estadella volvió a ponerse más caliente que el asfalto en Écija para, segundos después, y como era habitual en su flow, quedarse ceporro. Cuando entornó los ojos se llegó hasta mí, desde otra mesa, el señor X, en 3, 2, 1.
-- ¿Novedades, García?
-- Verá Señor Equis... ¿Puedo llamarle E?
-- No me apee el trato. Para usted sigue siendo Equis.
-- Pues verá, señor Equis. Sé de buena tinta que las urnas las reciben mañana, a las 21.00. horas. El lugar le será indicado, amablemente y sin incremento alguno del importe pactado, vía wasap. Son, en total, 200.000 euros.
-- Aquí los tiene. No me falle.
-- No le fallo.
-- Y, por Dios, haga algo con Estadella. Se le está cayendo la baba.
El señor X se fue. Me quedé a solas con Estadella, que seguía en brazos de Morfeo, otra divinidad que, ahora lo sabía, existía, y con la que, cuando vivía con Esparraguera, podría haberme topado en mi piso en cualquier momento. Para matar el rato pinté, con rotulador indeleble, un bigote a Estadella. Luego pregunté a una Chica Bond por Mòquina, con la esperanza de invitarla a un cortadete. Pero Mòquina, según se me comunicó, había acabado su turno. Sin nada más que hacer que ir al Mercadona --hoy podría permitirme acceder a Vegetales, Casilácteos y Mamíferos Muertos por Causas Naturales, yupi--, decidí invertir unos minutos en repasar mi plan.
Mañana a las 16:00 horas el CNI acudirá a Ta Puta Mare Feliç a recoger el alijo de ratones inoculados y a desinfectar el local, que quedará tan limpio que, es un decir, se podrá comer en el suelo. A esas horas, el Señor Chang ya tendrá las urnas en un camión, rumbo al punto solitario y discreto que le he facilitado, en el centro de la ciudad. Para entonces, el Señor Chang, por cierto, ya habrá cobrado los 200.000 euros de, respectivamente, el CNI y la Brigada Catalana. En total, los 400.000 que les prometí. A las 20:30 vendrán Puigdemont y Junqueras a recoger las urnas. Y a darme, trinco-trinco, los 500.200 pepinos, que serán para el nene en su totalidad. Les entretendré hasta las 21:00 horas, momento en el que vendrá la Brigada Catalana, bajo la forma del Señor X, que se llevará las urnas, imposibilitando el referéndum. Puigdemont y Junqueras, por cierto, están al corriente de ello. Y no sólo al corriente, sino que están más contentos que unas castañuelas, pues podrán anunciar al mundo que no hay referéndum, no porque el referéndum está en pelota picada, sino porque la poli les ha mangado las urnas, en un gesto que indignará a Europa, que nos mira, etc. A las 21:30 vendrá Estadella, es decir, el CNI. Ya no habrá urnas ni, probablemente, nadie de la Generalitat. Le diré que las urnas se las ha llevado, inopinadamente, la Brigada Catalana. Diré, entonces, algunos tacos, mostraré mi estupor y maldeciré la descoordinación de las cloacas del Estado. Y tan amigos. Ay, no, que Estadella me ha pedido ver a Puigdecabanes.
Tengo un problema. Necesito un Puigdecabanes. Y, como no lo pinte, no sé de dónde lo sacaré.
Antes de salir del Club de Cannabis Luxourious, también caí en otro punto débil de plan. Meritxell me había advertido que el CNI pasaba de las urnas. Quería a Dios, No obstante, Estadella no me había dicho ni pío al respecto. ¿Había algún dato que se me escapaba? ¿Tendría alguna sorpresa no calculada?
(...)
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí
Artículos relacionados >
Capítulo XVIII. War-Room
Capítulo XVII. L.A., My Lady
Capítulo XVI. García y la gracia
Capítulo XV. El CNI y la vida, que se complica
Capítulo XIV. Meritxell attacks
Capítulo XII. 'Operación urna'
Capítulo XI. Urnas sí o sí
Capítulo X. ¿Y si Dios fuera uno de nosotros?
Capítulo IX. Un paseo por Barcelona
Capítulo VI. O 'summa theologica'
Capítulo V. En el Club
Capítulo IV. Donde se lía parda
Capítulo I. La turné de Dios
Deja un comentario