Novela por entregas
García contra la España zombi (XXIV)
Capítulo 24, o Deus ex machina
Guillem Martínez 29/08/2016
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Resumen de lo publicado: ¿Qué les voy a explicar, cuando esto ya es el desenlace? Una pista, recuerden que, como decía Chéjov, si un personaje clava un clavo en la pared en el primer acto de una obra, es que se ahorcará con él en el último.
Aprovechando la primera impericia del Capitán Estadella con el hacha, llegué corriendo hasta la puerta del Pabellón, con Estadella echándome el aliento en la nuca. La abrí. No lo sabía, pero la puerta daba hasta el Jardín del Copón Bendito de Flores de Loto del Armónico Encuentro de Franco y Juan Carlos con Nixon y Kíssinger, lo que es, en cierta manera, un dato topónimo y anecdótico. Lo que no lo es tanto es lo que pasó a continuación. Al abrir la puerta se produjo una explosión sorda de luz desde el exterior, que me cegó los ojos. Así, cegado, esperé el golpe de hacha de Estadella. Que no se produjo. Al girarme para intentar comprender lo que había pasado, pude ver que Estadella estaba paralizado, con su hacha a escasos centímetros de mi cuello. Pude ver también, al fondo, como el rey, el cabo furriel con uniforme de gala de Regulares y Letizia, que asomaba parte de su rostro por la puerta aledaña al trono, también estaban congelados. El tiempo, así lo parecía, se había detenido.
Volví a orientarme hacia la luz cegadora. Me hice una visera con la mano, para intentar gipiar algo. No veía nada, salvo pura luz. Aún así, notaba en la luz algún tipo de presencia. En efecto, entre tantas ondas lumínicas había alguien. Y ese alguien me habló.
-- Claato Barada Nikto.
Me quedé de pasta de moniato. Pero si lo escuchado era sorprendente, lo que la presencia me dijo a continuación ya era para perder la razón:
-- García, soy tu padre-- dijo-- siéntate, que lo que te voy a decir trae cola.
El ente que se autodenominaba mi padre, creó de la nada una silla Barcelona a mis espaldas. Me senté. La luz se difuminó del todo y pude ver, en efecto, a un hombre, más joven que yo, y con un aspecto familiar a mi fisonomía, que extendía su mano y me ofrecía un marlboro.
-- ¿Un pito? Van muy bien para la salud. Pero no en esta vida. En la próxima, que transcurre en otra dimensión. Pura teoría de cuerdas. Me pregunto cómo lo descubrieron los indios siboney.
-- ¿Eres el fantasma de mi padre, como en Hamlet? -- dije.
-- No. Soy tu padre. A secas. Pero de creer a tu madre, también soy un tanto fantasma. Bueno, empezaré por el principio. Soy extraterrestre. Tenemos una base en la cara oculta de la Luna, en la que mantenemos contactos oficiales con los americanos. Hablamos de chorradas. Un día les pasamos los planos del microondas. Hace muchos años que venimos a la Tierra a investigar. De hecho, tenemos también una base estable en España.
-- ¿Y eso?
-- El sol y la comida molan. A parte, el pop es americano, como en todas partes. A lo que iba: una noche, después del trabajo en el laboratorio, salí y conocí a tu madre. Una cosa llevó a otra y, en fin, a los nueve meses naciste, hijo mío. Tu madre era una buena mujer. O, como dirían en mi planeta, una fresca.
-- ¿Por qué nos abandonaste?
-- No os abandoné. Lo que pasa es que al liarme con tu madre violé la directriz espacial, y me empuraron. Un día de arresto. Que equivalen a veinte años terráqueos. Cuando salí, tu madre ya estaba pajarito. Es decir, en la dimensión X45F, fumando como una cosaca. Pero, desde la discreción, siempre velé por ti.
-- Sí, desde la discreción, todo el mundo se quiere.
-- Cada noche de mi vida te he arropado y te he dado un beso en la frente. Además, siempre he velado para que nunca te faltaran 20 euros para un taxi. Por otra parte, agárrate, estás modificado genéticamente. Como miembro de una cultura conocedora del pasado y del futuro, sabía que era cuestión de tiempo que en España hubiera una epidemia zombie, a la que tú eres inmune. Te pueden morder lo que quieran, que nunca serás uno de ellos, hijo.
-- ¿Estoy libre de peligro?-- dije, aliviado.
-- Bueno, tanto como eso... La idea es que, en breves minutos, serás masacrado por el zombie Estadella e ingerido por el rey y Letizia. Pilatos se apuntará a los cafés. Será una muerte cruel, pero en contrapartida redimirás a la Humanidad. Algún día alguien recordará este sacrificio, y con ello cambiará el mundo. Eso será en el año 2.894 terráqueo. Tres días antes de la colisión del Gran Meteorito, por cierto.
Me hundí en mi silla Barcelona, y dije algo que nunca antes había dicho en mi vida:
-- Jo, papá.
Mi padre tampoco había escuchado esa frase en su vida, por lo que, supongo, le golpeó el corazón e hizo que su frente se quebrara. En su alma nació una nueva comprensión de la Humanidad, denominada paternidad. Es decir, culpabilidad. Mi padre creó otra silla Barcelona, en la que se sentó frente a mi. Me acarició la nuca.
-- Hijo, no hay para tanto.
-- ¿Que no hay para tanto? Sólo se vive una vez.
-- No. Se vive, de hecho, 9.675 veces. Y no está nada mal. Esta es la dimensión chunga. En la siguiente dimensión a la tuya, por ejemplo, la economía está sustentada en el intercambio de spritzs y ligueros, y los lunes se denominan vamosalaplaya. No te digo más. Además, no hay para tanto. Vives en un país que es la nada. Es como cualquier país, pero con una gravedad especial, que hace que nunca pase nada. La nada es terrible. Mata. Y no hay nada qué hacer. La nada lo llena todo. Es como el agua, que penetra en todos los vericuetos. Te llegas a creer, además, tonto del bote, pues nadie más puede ver ese agua que impide respirar, y del que no hablan en los diarios. Nuestra civilización, en lo que llamamos nuestra Edad de Piedra, vivió un momento similar. Estuvimos a punto de matarnos a pedradas, de ahí el nombre. Finalmente, decidimos dejar fluir el futuro y el tiempo, y accedimos a nuestra siguiente edad histórica.
-- ¿La Edad de Oro?
-- Bueno, vosotros lo llamáis el Big Bang. Pero condujo a un universo maravilloso. Es una pena que no lo puedas ver. Yo, hijo --mi padre parecía emocionado-- he visto cosas que nunca jamás podrías imaginar. Hay planetas bellísimos, como el planeta Morreos. Sus habitantes deben de intercambiar su saliva, o mueren deshidratados. En Afodita-A, jamás he visto tantas flores, sólo crecen vegetales en las rocas que pisan los niños y las niñas, en los días siguientes a comprender su fragilidad. En Labiales, cada vez que dos seres hacen el amor, nace una isla en un océano de un color, en verdad, incomprensible. En Esferalia, cuando dos personas se enamoran, se abrazan hasta morir de hambre. En Mementomoris, cada vez que conoces a alguien en verdad importante, te nace un tatuaje en la piel. En Babas pierden un trozo de memoria con cada beso, de manera que los ancianos mueren felices, sin recordar nada. En Fraternalia se alimentan de la sangre de sus venas que unos seres ofrecen a otros. En Salingeria, al lado de precipicios inacabables, hay campos de centeno infinitos, entre los que juguetean los niños. Los adolescentes velan para que no caigan por ellos... Todo en el universo es, en fin, bello, salvo la nada. Dentro de poco verás cosas inauditas y estremecedoras.
-- El mundo es hermoso también, padre.
-- Sí que lo es. Pero en todos los mundos y en todas las dimensiones existe algo inapelable. El destino. Y no puedo modificar el tuyo.
Mi padre me cogió de la mano. Mientras nos descubríamos el tacto, mi padre parece que estaba meditando otra cosa.
-- Modificarlo, no-- dijo, como hablando para sí--, pero algún apaño haremos. Mira, que le den por el culo a la directriz espacial.
El Señor García, mi padre, se incorporó, divertido. Chasqueó un dedo. El tiempo dejó de estar detenido y empezó a transcurrir. Sólo que ahora Estadella, aturdido y examinando el hacha que tenía en las manos, no era un zombie.
-- ¿Qué diablos hago aquí?--dijo Estadella.
Letizia, y el cabo furriel con uniforme de gala de Regulares, ya no eran zombies, tampoco. Del fondo de la sala se escuchó un grito del rey, que volvía a tener aspecto humano.
-- ¡Son huevos! ¡Primero se nos changa el súperpoder de los lamparones, y ahora esto!
-- ¿Qué has hecho, papá?
-- Estírate y págate un cenorrio y te lo explico.
No se podía negar que había salido a mi padre.
Mañana, último episodio.
Resumen de lo publicado: ¿Qué les voy a explicar, cuando esto ya es el desenlace? Una pista, recuerden que, como decía Chéjov, si un personaje clava un clavo en la pared en el primer acto de una obra, es que se ahorcará con él en el último.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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